Página 148 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
la luz de la verdad, ¿qué ocurre entonces? El espíritu está luchando
contra la carne, y la carne contra el espíritu, y uno de los dos tiene
que vencer. Si el alma es santificada por la verdad, odia y resiste el
pecado, porque acepta a Cristo como huésped honrado. Pero Cristo
no puede compartir un corazón dividido; el pecado y Jesús nunca
están en sociedad. El que acepta la verdad con sinceridad, el que
come la carne y bebe la sangre del Hijo de Dios, tiene vida eterna.
“Las palabras que yo os he hablado—dijo Jesús—, son espíritu y
son vida”. Cuando el que recibe la verdad coopera con el Espíritu
Santo, se sentirá cargado con la preocupación de impartir el mensaje
a las almas; nunca será un mero sermoneador. Entrará de corazón
y de alma en la gran obra de buscar y salvar lo que se ha perdido.
Al practicar la religión de Cristo, realizará una buena obra en la
ganancia de almas.
Una obligación ante Dios
Todo creyente tiene la obligación ante Dios de ser espiritual y de
mantenerse en el camino de la luz, para permitir que su luz brille ante
el mundo. Cuando todos los que se hallan empeñados en la sagrada
obra del ministerio crezcan en la gracia y en el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador, odiarán el pecado y el egoísmo. En ellos
se efectúa una constante renovación moral; al continuar mirando a
Jesús, se conforman a su imagen, y son hallados completos en él,
no teniendo su propia justicia, sino la justicia que es en Cristo Jesús
Señor nuestro.
[161]
La gran ventaja de las asambleas ministeriales [
veasé el Apén-
dice.
] no es apreciada siquiera en la mitad de su valor. Son ricas
en oportunidades, pero no realizan ni la mitad de lo que debieran,
porque los que asisten a ellas no practican la verdad que les es
presentada con claros contornos. Muchos que están explicando las
Escrituras a otros, no han rendido consciente y cabalmente su inteli-
gencia, su corazón y su vida al dominio del Espíritu Santo. Aman
el pecado y se aferran a él. Se me ha mostrado que las prácticas
impuras, el orgullo, el egoísmo y la glorificación propia han cerrado
la puerta del corazón aun de aquellos que enseñan la verdad a otros,
de manera que la desaprobación de Dios está sobre ellos. ¿No será
posible que algún poder renovador se posesione de ellos? ¿Han caído