Página 149 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Necesidades humanas y provisión divina
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como presa de una enfermedad moral incurable, debido a que ellos
mismos se niegan a ser curados? ¡Ojalá todos los que trabajan en
predicar y enseñar prestaran oídos a las palabras de Pablo: “Así que,
herma nos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional”!
¡Cuánto se regocija mi corazón por aquellos que sirven al Señor
con toda humildad, que aman y temen a Dios! Poseen un poder
mucho más valioso que el conocimiento y la elocuencia. “El temor
de Jehová es el principio de la sabiduría”; y su amor y temor son
como un hilo de oro que une el agente humano con el divino. Así
todos los movimientos de la vida son simplificados. Cuando los
hijos de Dios están luchando contra la tentación, batallando contra
las pasiones del corazón natural, la fe une al alma con el único Ser
que puede dar ayuda, y resultan victoriosos.
Quiera el Señor obrar en los corazones de aquellos que han
recibido gran luz, para que se aparten de toda iniquidad. Contemplad
la cruz del Calvario. Allí está Jesús quien dio su vida, no para que
los hombres continuaran en el pecado, no para que tuvieran permiso
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para quebrantar la ley de Dios, sino para que por medio de su infinito
sacrificio pudieran ser salvos de todo pecado. Dijo Cristo: “Yo me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados”,
por la perfección de su ejemplo. Aquellos que predican la verdad
a otros, ¿serán ellos mismos santificados por la verdad? ¿Amarán
al Señor con el corazón, la mente y el alma, y a su prójimo como
a sí mismos? ¿Alcanzarán el nivel de la norma más elevada del
carácter cristiano? ¿Son elevados sus gustos, han dominado sus
apetitos? ¿Están albergando sólo sentimientos nobles, una simpatía
fuerte y profunda y propósitos puros, para que puedan ser verdaderos
colaboradores de Dios? Necesitamos tener el Espíritu Santo para
que nos sostenga en el conflicto, “porque no tenemos lucha contra
sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes”
[
Estudio adicional:
Obreros Evangélicos, 289, 301, 302, 305
.
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