Página 155 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Necesidades humanas y provisión divina
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perseverante paciencia, invencible caridad y omnipotente fe. El yo
no debe prevalecer. Debe ejercerse la sabiduría de Cristo al tratar
con las mentes humanas.
Todo obrero que trata con éxito con las almas debe entrar en
el trabajo despojado del yo. No puede haber rezongos o irritación,
ejercicio arbitrario de la autoridad, el dedo amenazador y el hablar
vanidad; antes bien empréndase la obra con el corazón ardiente de
amor hacia Jesús y las preciosas almas por las cuales murió. Los que
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tienen suficiencia propia no pueden esconder su debilidad. Afronta-
rán la prueba con arrogante confianza en sí mismos, manifestando
así que Jesús no está con ellos. Estas almas con suficiencia propia no
son pocas, y tienen lecciones que aprender por la dura experiencia
del desconcierto y la derrota. Pocos tienen el acierto de dar la bien-
venida a una experiencia tal, y muchos se descarrían bajo la prueba.
Echan la culpa de su derrota a las circunstancias, y piensan que su
talento no es apreciado por los otros. Si se humillaran a sí mismos
bajo la mano de Dios, él les enseñaría.
Factores esenciales en el servicio
Los que no aprenden todos los días en la escuela de Cristo, los
que no pasan mucho tiempo en ferviente oración, no están en con-
diciones de manejar la obra de Dios en ninguna de sus ramas, pues
si lo hicieran, la depravación humana los vencería ciertamente y
elevarían sus almas a cosas vanas. Los que llegan a ser colabora-
dores de Jesucristo, y tienen espiritualidad para discernir las cosas
espirituales, sentirán su necesidad de la virtud y de la sabiduría del
Cielo para manejar la obra del Señor. Hay algunos que ni arden ni
brillan, y sin embargo están contentos. Se encuentran en una con-
dición desastrosamente fría e indiferente, y muchos que conocen
la verdad manifiestamente descuidan el deber, por lo cual Dios les
pedirá cuentas.
Dios nos ha dado a Jesús, y en él está la revelación de Dios.
Nuestro Redentor dice: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. “Lo
que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo
que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también
vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Si conocemos