Página 157 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Necesidades humanas y provisión divina
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sepan que el Señor Jesús no aceptará ninguna transigencia. Al acep-
tar y retener obreros que persisten en mantener sus imperfecciones
de carácter, y no dan plena prueba de su ministerio, la norma ha sido
grandemente rebajada. Hay muchos que ocupan puestos de respon-
sabilidad que desoyen la orden del apóstol, y hacen provisión para
complacer los deseos de la carne. A menos que el obrero se vista del
Señor Jesucristo y halle en él sabiduría, santificación y redención,
¿cómo podrá representar la religión de Jesús? Toda su eficiencia, to-
da su recompensa se encuentra en Cristo. Debe haber evidencia por
parte de los que asumen la solemne posición de pastores de la que
están investidos, de que se han dedicado sin reserva a la obra. Deben
tomar a Cristo como su Salvador personal. ¿Por qué es que aquellos
que por mucho tiempo han estado ocupados en el ministerio, no
crecen en gracia y en el conocimiento del Señor Jesús? Se me ha
mostrado que complacen sus propensiones egoístas, y sólo hacen las
cosas que concuerdan con sus gustos e ideas. Hacen provisión para
complacer el orgullo y la sensualidad, y llevan a cabo sus ambiciones
y planes egoístas. Están llenos de estima propia. Pero aun cuando sus
malas propensiones puedan parecerles tan preciosas como la mano
derecha o el ojo derecho, éstas deben ser separadas del obrero, o no
será aceptable ante Dios. Por imposición de manos se ordena para
el ministerio a hombres que no han sido cabalmente examinados
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con respecto a sus calificaciones para la obra sagrada; pero ¡cuánto
mejor sería examinarlos minuciosamente antes de aceptarlos como
ministros, que tener que realizar ese examen tan rígido después que
han sido confirmados en su cargo y han puesto su molde sobre la
obra!
Una vida consagrada
La siguiente cita muestra el fruto de la verdadera consagración,
y esto es lo que debemos exigir de nuestros obreros:
“Harlan Page se consagró a Dios con la determinación de vivir
y trabajar para promover la gloria del Señor, en la salvación de los
que perecen. ‘Cuando recibí la esperanza por primera vez—dijo en
su lecho de muerte—, sentí que debía trabajar por las almas. Oraba
año tras año que Dios me usara para salvar a algunos’. Sus ora-
ciones fueron señaladamente contestadas. Nunca perdió Page una