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Testimonios para los Ministros
oportunidad de iluminar a las almas. Mediante cartas, entrevistas
personales, folletos, oraciones, ruegos y amonestaciones, amén del
ejemplo santo y ferviente de su vida, trató de rescatar a los desca-
rriados y de edificar a los creyentes. En fábricas, en escuelas, y por
doquiera realizaba sistemáticamente esta labor, y sólo el grandioso
poder de la gracia puede explicar cómo un hombre tan humilde pudo
lograr tanto Su vida es un comentario elocuente de las palabras:
‘Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios;
y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y
lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es,
para deshacer lo que es’. ‘Nuestra fe en las realidades eternas es
débil—Page exclamó—, y pálido nuestro sentido del deber mientras
descuidamos la salvación de nuestros semejantes. Despertemos a
nuestro deber, y mientras tengamos lengua o pluma, dediquémoslas
al servicio del Altísimo, no en nuestra propia fuerza, sino con fe
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poderosa y firme confianza’”.
Nosotros tenemos una luz acrecentada. Tenemos un mensaje
solemne e importante que presentar al mundo, y Dios ha dispuesto
que sus discípulos escogidos tengan una profunda experiencia y
sean dotados del poder del Espíritu Santo. “Jehová no mira lo que
mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos,
pero Jehová mira el corazón”. Esta fue una lección que David nunca
olvidó, y en su lecho de muerte dedicó a Salomón este testimonio:
“Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con
corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña
los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos.
Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para
siempre”.
Vivimos en un período importante de la historia de esta tierra;
con la luz de la verdad que brilla sobre nosotros, no podemos ser
excusados ni por un momento por conformarnos a una norma baja.
Como colaboradores de Cristo, tenemos el privilegio de compartir
sus sufrimientos. Hemos de mirar su vida, estudiar su carácter y co-
piar el modelo. Lo que Cristo fue en su perfecta humanidad debemos
serlo nosotros, porque debemos formar caracteres para la eternidad
[174]
[
Estudio adicional:
Obreros Evangélicos, 452-460
;
Testimonies for the Church
4:315, 318, 320
;
Joyas de los Testimonios 1:517-519
.
]