Página 164 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
lo hermoso y artístico; pero, ¿acaso Cristo no tenía el gusto más
fino, puro y santo? Su hogar era el cielo, y sin embargo se negó a sí
mismo; la humillación señaló toda su vida, desde el pesebre hasta el
Calvario. En los comienzos de la obra aquí no debemos reproducir
las mismas cosas que el Señor ha condenado en los Estados Unidos,
los gastos exorbitantes para complacer el orgullo y el amor a la
ostentación. Rehúyanse escrupulosamente todas las cosas de este
tipo.
Conservad la sencillez
En el comer, en el vestir, y en el amueblamiento de nuestra
escuela, necesitamos conservar la sencillez de la verdadera piedad.
Muchos se negarán a sí mismos y harán grandes sacrificios para
hacer donaciones a fin de que la obra misionera tenga éxito, y si
ellos vieran estos fondos invertidos en las telas más finas y en los
más costosos muebles o artículos para la mesa de la comunión,
esto tendría la más desafortunada influencia sobre esos hermanos y
hermanas. Nada podría obrar en forma más decidida contra nuestra
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utilidad presente y futura en este país. La primerísima lección que
hemos de enseñar a nuestros alumnos es la abnegación. Que sus
ojos, sus sentidos, capten la lección; que todo el mobiliario de la
escuela transmita instrucción práctica en el sentido de que la obra
puede hacerse avanzar sólo mediante permanente sacrificio.
En todo lo que hagamos, sigamos de cerca el ejemplo de nuestro
Salvador. Estoy profundamente convencida de estas cosas. Debemos
considerar sobre qué base vamos a trabajar a fin de asegurar el
éxito; debemos ir al trabajo con el corazón imbuido del Espíritu
de Cristo. Entonces comprenderemos que nuestra obra debe ser
llevada adelante de una manera humilde. Nuestros pastores y sus
esposas deben ser ejemplos de sencillez en el vestir; deben vestir en
forma prolija, cómoda, usando buenas telas, pero evitando todo lo
que se asemeje a lujo y a adornos, aunque no sean costosos, porque
estas cosas contribuyen a nuestro menoscabo. Debemos educar
a los jóvenes a vestir con sencillez y pulcritud. Que los adornos
innecesarios sean dejados de lado, aun cuando su costo sea ínfimo.