Página 174 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
Que la verdad avance
Los hombres logran que el impulsar la verdad resulte diez veces
más difícil de lo que es, al tratar de arrebatar la obra de las manos
divinas, para ponerla en sus propias manos finitas. Piensan que deben
estar constantemente inventando alguna cosa para lograr que los
hombres hagan lo que ellos suponen que esas personas deben hacer.
El tiempo empleado de esta suerte está haciendo más complicada
la obra, porque se hace a un lado al gran Director en el cuidado
de su propia heredad. Los hombres asumen la tarea de remendar
los caracteres defectuosos de otros, y sólo tienen éxito en empeorar
mucho los defectos. Harían mejor en dejar que Dios hiciera su propia
obra, pues él no los considera capaces de remodelar el carácter.
Lo que necesitan es estar imbuidos del espíritu de Cristo. Si se
aferran a la fortaleza del Señor, harán paz con él; entonces se hallarán
en buen camino para estar en paz con sus colaboradores. Cuanto
menos tenga el agente humano de la mansedumbre y la humildad
de Cristo en su espíritu y carácter, tanto más verá la perfección en
sus propios métodos y la imperfección en los de los demás. Nuestra
única seguridad consiste en velar y orar y tomar consejo, creyendo
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que Dios guardará a nuestros hermanos así como a nosotros mismos,
porque no hay acepción de personas para él. Dios trabajará por
nosotros cuando seamos fieles estudiantes de sus palabras y las
pongamos por obra.
Pero cuando los obreros desatienden tan manifiestamente la
orden expresa de Cristo de que nos amemos unos a otros como él nos
amó a nosotros, ¿cómo podemos esperar que los hermanos acaten
las órdenes de hombres finitos y los reglamentos y especificaciones
en cuanto a cómo trabajar? La sabiduría que nos da la receta debe ser
sobrenatural, de otra manera resultará ser un médico que no puede
sanar, sino sólo destruir. Mejor sería que buscáramos a Dios con todo
el corazón, y depusiéramos el engreimiento; pues “todos vosotros
sois hermanos”.
Cristo ha alivianado el yugo
En vez de afanaros en preparar reglamentos y estipulaciones
rígidas, deberíais más bien estar orando y sometiendo vuestra vo-
luntad y vuestros caminos a Cristo. El no se agrada cuando vosotros