Página 175 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Colaboradores de Dios
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hacéis difíciles las cosas que él ha hecho fáciles. El dice: “Llevad mi
yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo
es fácil, y ligera mi carga”. El Señor Jesús ama su herencia; y si
los hombres no se arrogaran el derecho de prescribir reglas para sus
colaboradores, sino aplicaran las reglas de Cristo en su propia vida
y copiaran sus lecciones, serían ejemplos y no jueces.
El carácter paternal de Dios
El tema más favorito de Cristo fue el carácter paternal y el abun-
dante amor de Dios. La maldición de todas las iglesias hoy es que
los hombres no adoptan los métodos de Cristo. Piensan que pueden
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mejorar la reglas dadas en el Evangelio, y se sienten libres para
definirlas, esperando así reformar las iglesias y a los obreros. Sea
Dios nuestro único Maestro y Señor, lleno de bondad, compasión y
amor.
Dios da conocimiento a sus obreros; y ha dejado registrada para
nosotros esta promesa rica y plena: “Si alguno de vosotros tiene falta
de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
reproche, y le será dada. Pero pida en fe, no dudando nada; porque
el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por
viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga,
que recibirá cosa alguna del Señor”. ¿No es mejor obtener sabiduría
individualmente yendo a Dios, y no al hombre? ¿Qué dice el gran
Maestro? “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo
me diste”.
La crítica de los defectos ajenos
Existe entre nosotros un mal que necesita ser corregido. Hay
hermanos que se sienten libres para observar los supuestos defectos
de otros y hablar de ellos, cuando esa misma libertad revela inequí-
vocamente un defecto en ellos mismos. Manifiestan que son sabios
en su propia opinión y Dios no puede darles su bendición especial
porque se exaltarían a sí mismos y dañarían la preciosa causa de
la verdad. Cuando el mundo estaba destituido del conocimiento de
Dios, vino Jesús para impartir esa inestimable bendición: el conoci-
miento del carácter paternal de nuestro Padre celestial. Este era su