Página 177 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Colaboradores de Dios
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Dios requiere que se manifieste en este sentido un celo infini-
tamente mayor. Como pueblo estamos en algunos respectos muy
atrasados en la obra misionera. No estamos haciendo ni la vigésima
parte del bien que podríamos hacer en el desempeño de nuestras
responsabilidades porque el egoísmo prevalece en extenso grado
entre nosotros. Algunos envidian a los demás temiendo que se los
va a estimar más que a ellos mismos.
Se necesitan ahora intelectos cultivados en todos los sectores
de la obra de Dios, pues los novicios no pueden hacer en forma
aceptable la obra de revelar el tesoro escondido que enriquece a
las almas. Dios ha establecido que las escuelas sean instrumentos
que preparen obreros para Jesucristo de los cuales no tenga que
avergonzarse, y este objetivo debe tenerse siempre presente. Aun no
se ha vislumbrado la altura que el hombre puede alcanzar mediante
la educación adecuada. La mayoría de nuestros hombres tienen
talentos superiores al promedio. Si sus facultades fueran puestas
en uso, tendríamos veinte ministros donde ahora hay uno solo. Se
educarían también médicos para batallar contra la enfermedad.
Ciudades y pueblos están empapados en el pecado, pero hay
Lots en cada Sodoma. El veneno del pecado está actuando en el
corazón de la sociedad. Dios pide reformadores que se levanten en
defensa de las leyes que él ha establecido para gobernar el organismo
y para mantener una norma elevada en la educación de la mente y el
corazón.
El cultivo del corazón
Hay peligro de que una minuciosidad farisaica embargue las
mentes con formas y costumbres mundanas, a las cuales en mu-
chos casos se adjudique gran importancia, haciendo un mundo de
un átomo y un átomo de un mundo. La gracia de Cristo con su
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influencia purificadora y ennoblecedora hará más por nosotros que
toda la educación mundana relativa a la etiqueta que se considera tan
esencial. Para muchas personas las cosas externas de la religión lo
son todo; sin embargo es evidente que no poseen la genuina cortesía,
la única que es de valor ante Dios. Si se les habla acerca de sus faltas,
tienen tan poca cortesía cristiana que pierden de vista la sagrada
investidura del ministro, a quien Dios ha enviado con su mensaje de