186
Testimonios para los Ministros
Entonces nuestros hermanos tendrán una experiencia más ecuánime
y tranquila, y podrán ser de mayor beneficio al pueblo, porque la
gloria del Señor será su retaguardia.
Nuestra única seguridad consiste en buscar constantemente la
sabiduría de Dios, en ponderar cuidadosamente todo asunto con
mucho temor y temblor, no sea que introduzcamos en la obra no la
luz del cielo sino la debilidad del hombre. Pero el Señor ha prometido
dar luz a los que lo buscan con todo el corazón. Si tan sólo confiamos
en Dios pacientemente y con oración, no siguiendo nuestros propios
planes impetuosos, él guiará nuestras decisiones y abrirá muchas
puertas de esperanza y de trabajo.
El gran General de los ejércitos dirigirá todas las batallas para el
avance de su causa. El será el guía de su pueblo en los peligrosos
conflictos que le esperan si los subdirigentes y los subpastores reali-
zan su obra asignada y escuchan la voz que dice: “Este es el camino,
andad por él”; “el que me sigue, no andará en tinieblas”. ¡Qué gran
consuelo debe ser esta promesa para nosotros! Podemos andar en
luz como él está en luz.
Asegúrense perfectamente los hombres a quienes Dios ha con-
fiado grandes responsabilidades de que están siguiendo a su gran
Director, Cristo, y no los impulsos de su propio temperamento. Esta-
remos seguros solamente cuando nos consagremos a Dios y miremos
a Jesús, anhelando con fervor realizar el plan divino. Los hombres
pueden seguir muchos tipos de luz, pero hay solamente una Luz
segura para seguir. Aseguraos de que estáis siguiendo a Jesús por
dondequeira que va. Nadie corra delante de Cristo, sino que espere
[212]
la orden: “Sígueme”. Desconfíen nuestros dirigentes de su propio
consejo, de sus propias imaginaciones ambiciosas. No presuman
que las teas que ellos mismos encendieron son la verdadera luz, no
sea que después de un tiempo encuentren que en lugar de seguir la
estrella guiadora celestial, están siguiendo a un dirigente inseguro.
Dios dirige su obra
Me aflijo al ver a hombres que tratan de señalar la conducta pre-
cisa que deben seguir los misioneros en los países lejanos. Debemos
dejar los asuntos más en manos de Aquel a quien profesamos seguir,
para que él actúe por medio de sus agentes señalados como lo vea