Página 198 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios”.
Leed el segundo y el tercer capítulos de Filipenses, y el primer
capítulo de Colosenses. Hay lecciones allí que todos nosotros de-
biéramos estudiar. Pablo escribe: “Nada hagáis por contienda o por
vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los de-
más como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo
propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo
en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,
hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hom-
bre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre... Ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros
produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced
todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles
y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como lumina-
res en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de
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Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano
trabajado”. “Fui hecho ministro, según la administración de Dios
que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente
la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los
siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este
misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza
de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y ense-
ñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto
en Cristo Jesús a todo hombre”.
Evitad la provocación
Nuestros obreros deben usar la mayor sabiduría para no decir
nada que provoque a las huestes de Satanás e incite su confederación
unida del mal. Cristo no osó presentar una acusación vehemente
contra el príncipe del mal, y ¿es propio que nosotros hagamos una