Obreros dirigidos por Dios
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ha pagado por ellos! ¿Será hallado alguno de nosotros ayudando
al enemigo de Dios y de los hombres en la tarea de desanimar y
destruir a las almas? ¿Cuál será nuestra retribución si hacemos esta
clase de obra? Debemos desarraigar de nuestra conversación todo
aquello que sea áspero y severo. No debemos condenar a otros, y
no lo haremos si somos uno con Cristo. Debemos representar a
Cristo en nuestra forma de tratar con nuestros semejantes. Hemos
de ser colaboradores de Dios ayudando a los que son tentados. No
debemos animar a las almas a sembrar semillas de duda, porque
producirán una cosecha funesta. Debemos aprender de Cristo, usar
sus métodos, revelar su espíritu. Se nos amonesta: “Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Debemos
educarnos a nosotros mismos a creer en la palabra de Dios que
se está cumpliendo en forma tan admirable y gloriosa. Si tenemos
plena certidumbre de fe, no albergaremos dudas acerca de nuestros
hermanos.
El carácter de Cristo
Tenemos el privilegio de ver a Jesús tal como él es, de conocerlo
como a un Ser lleno de compasión, amabilidad y divina cortesía. Es
bondadoso y misericordioso, y perdonará nuestros pecados. De él
está escrito: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos,
para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a
Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto
él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los
que son tentados”.
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Debemos albergar amor y gratitud, debemos mirar a Jesús y
ser transformados a su imagen. Así aumentarán nuestra confianza,
esperanza, paciencia y valor. Estaremos bebiendo del agua de la
vida de la cual Cristo habló a la mujer samaritana, diciendo: “Si
conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber;
tú le pedirías, y él te daría agua viva... Cualquiera que bebiere de
esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le
daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él
una fuente de agua que salte para vida eterna”. Esta agua representa
la vida de Cristo y toda alma debe beberla entrando en relación
viviente con Dios. Entonces la confianza bendita, humilde y agra-