Página 214 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
Todos sabemos que la lucha más dura e intensa del alma se pro-
duce cuando el corazón humano toma la gran resolución de poner en
práctica sus convicciones. Consagrar el alma a Dios significa enco-
mendarla para que la guarde Alguien que ha comprado su libertad a
un precio infinito; una vez dado ese paso debemos seguir conociendo
al Señor, para que sepamos que como el alba está dispuesta su salida.
“El obedecer es mejor que los sacrificios”. Toda la obra del cristiano
consiste en querer y hacer.
Una educación equilibrada
Los alumnos trabajan duramente y con fidelidad. Están acre-
centando la fortaleza de sus nervios y su solidez, como también su
actividad muscular. Esta es la debida educación; como resultado de
ella nuestras escuelas producirán hombres que no serán ni débiles
ni ineficientes y unilateralmente educados, sino que dispondrán de
una preparación equilibrada, tanto en lo físico como en lo moral y lo
espiritual. Los edificadores del carácter no deben olvidarse de poner
un fundamento que permita que la educación sea del máximo valor.
Exigirá abnegación, pero hay que hacerlo. El adiestramiento físico,
debidamente dirigido, prepara para el trabajo mental intenso. Pero
cuando se atiende uno solo de estos factores, el resultado es siem-
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pre un ser humano deficiente. El trabajo físico intenso, combinado
con el esfuerzo mental, mantiene la mente y el ánimo en mejores
condiciones de salud y el trabajo se hace mucho mejor. Con esta
preparación, los alumnos saldrán de nuestros colegios educados para
la vida práctica, aptos para emplear sus facultades intelectuales de
la mejor manera. El ejercicio físico y el mental deben combinarse
si queremos hacer justicia a nuestros alumnos. Aquí hemos estado
cumpliendo este plan satisfactoriamente, a pesar de la incomodidad
con que trabajan los alumnos.
Vine aquí y comencé el trabajo en mi lugar con tanto fervor,
que inspiró en todos un nuevo celo; han trabajado voluntariamente,
contentos de tener el privilegio de hacerlo. Nos hemos estimulado
mutuamente al celo y las buenas obras. Los obreros del colegio
tenían miedo de que yo plantara los primeros árboles, y ahora tanto
ellos como yo tenemos la satisfacción de disponer de los primeros
verdaderos huertos frutales de este vecindario. Algunos de nuestros