Página 215 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Métodos, principios y motivos correctos
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árboles darán fruto el próximo año, y los durazneros producirán una
buena cosecha de aquí a dos años. El Sr.-----, de quien compramos
los árboles, vive a unos treinta kilómetros de aquí. Tiene una quinta
hermosa y grande. Dice que disponemos de una espléndida tierra
para frutales.
Bien, el colegio ha hecho un excelente comienzo. Los alumnos
están aprendiendo a plantar árboles, frutillas, etc. Deben mantener
separados cada brote y cada raicilla para darles oportunidad de
crecer. ¿No es ésta acaso una lección muy preciosa sobre cómo
tratar con la mente humana y también con el cuerpo? No hay que
oprimir ningún órgano del cuerpo sino darles amplia libertad para
funcionar. Hay que exigir la mente; hay que someter a esfuerzos
sus energías. Necesitamos hombres y mujeres a quienes el Espíritu
de Dios pueda fortalecer para que hagan una obra completa bajo
la dirección del Espíritu. Pero esas mentes deben cultivarse, deben
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actuar; no deben permanecer inactivas ni empequeñecerse por causa
de la inactividad. También se necesitan hombres, mujeres y niños
que estén dispuestos a trabajar la tierra, y que usen buen criterio
y habilidad, no con la idea de que son sirvientes, sino que están
llevando a cabo precisamente la noble obra que Dios les asignó en
el Edén a Adán y Eva, quienes se deleitaban al ver los milagros que
hacía el divino Labrador. El instrumento humano planta la simiente,
y Dios la riega y manda a su sol que brille sobre ella, y así aparece
la tierna hoja. Aquí encontramos la lección que Dios nos da con
respecto a la resurrección del cuerpo y la renovación del corazón.
Tenemos que aprender lecciones espirituales de las cosas terrenales.
El cultivo de la tierra educa
No tenemos que abatirnos y desanimarnos por las cosas tempo-
rales y los aparentes fracasos, ni descorazonarnos por la demora.
Debemos trabajar la tierra con alegría, esperanza y gratitud, conven-
cidos de que posee en su seno abundantes provisiones, más ricas que
el oro o la plata, que puede acopiar el obrero fiel. La mezquindad que
se le atribuye a la tierra es una calumnia. Si se la cultiva adecuada
e inteligentemente, la tierra entregará sus tesoros en beneficio del
hombre.