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Testimonios para los Ministros
de los defensores del error, nuestros hermanos a veces difunden el
error. Esto es una equivocación. Presente vuestra pluma la verdad
avanzada.
El Espíritu Santo no obra por medio de hombres que se compla-
cen en ser ásperos y criticones. Ese espíritu se cultiva al enfrentar a
los polemistas, y algunos se han habituado a estar siempre listos para
combatir. Esto deshonra a Dios. No déis estocadas; no aprendáis
la estrategia de Satanás en su escuela. El Espíritu Santo no inspira
las palabras de censura. Un tiempo de angustia está ante nosotros, y
toda alma honesta, que no ha tenido la luz de la verdad, se decidirá
entonces por Cristo. Los que creen la verdad tienen que convertirse
de nuevo cada día. Entonces serán vasos de honra.
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No discutamos
No repitáis las palabras de vuestros opositores, ni discutáis con
ellos. Enfrentáis no sólo a hombres, sino a Satanás y sus ángeles.
Cristo no vilipendió a Satanás por causa del cuerpo de Moisés. Si el
Redentor del mundo, que conocía las torcidas y engañosas artes de
Satanás, no se atrevió a vilipendiarlo, sino que santa y humildemente
dijo: “Jehová te reprenda, oh Satanás”, ¿no es acaso prudente que
sus siervos sigan su ejemplo? ¿Seguirán los hombres finitos una
conducta que Cristo evitó porque habría dado a Satanás ocasión de
pervertir, distorsionar y falsificar la verdad?
Evitemos las alusiones personales
En este momento de la historia del mundo tenemos una obra de-
masiado grande que hacer para emprender un nuevo tipo de conflicto
al enfrentar el poder sobrenatural de los agentes satánicos. Debemos
evitar las alusiones personales, por más que nos sintamos tentados
a aprovechar ciertos actos y palabras. Con paciencia debemos do-
minar nuestras almas. Hermanos, poned de manifiesto que estáis
completamente del lado del Señor. Revele la santa Palabra de Dios
la transgresión y el pecado, y manifieste el poder santificador de
la verdad en los corazones humanos. No déis cabida a un espíritu
arrogante que malogre la obra de Dios. Hay razones para agradecer
al Señor en todo momento por el privilegio de estar relacionados
con él.