Página 230 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
cualquier hombre de la obra de Dios. De la misma manera, el ceder
al mal genio, el espíritu rudo y dominador, ponen de manifiesto que
quien los posee no debe ser puesto donde tenga que decidir asuntos
importantes que afectan la heredad de Dios. Un hombre apasionado
no debiera tener trato alguno con las mentes humanas. No se le
puede confiar la atención de asuntos que se relacionan con los que
Cristo compró a un precio infinito. Si se pone a dirigir hombres,
herirá y magullará sus almas; porque carece del toque refinado y
la delicada sensibilidad que imparte la gracia de Cristo. Su propio
corazón necesita ser enternecido, subyugado por el Espíritu de Dios;
el corazón de piedra no se ha transformado en corazón de carne.
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Todos deben representar a Cristo
Los que representan falsamente a Cristo desvirtúan la obra, pues
animan a hacer lo mismo a todos los que se relacionan con ellos.
Por amor a sus almas, por amor a los que están en peligro debido a
su influencia, debieran renunciar a sus puestos, porque en el cielo
se anotará que el que obra maldad tiene sus vestiduras manchadas
con la sangre de muchas almas. Han exasperado a algunos y por
eso éstos han abandonado la fe; otros han asimilado sus atributos
satánicos y el mal que se ha hecho es incalculable. Únicamente los
que revelan que sus corazones se están santificando por medio de la
verdad, deben ser mantenidos en puestos de confianza en la obra del
Señor.
Consideren todos que cualquiera sea su cargo representan a
Cristo. Con firmeza de propósito trate cada hombre de tener la
mente del Señor. Especialmente los que han aceptado cargos de
directores o consejeros, deben comprender que se requiere de ellos
que sean en todo sentido caballeros cristianos. Aunque al tratar con
los demás siempre tenemos que ser fieles, no debemos ser rudos. Las
almas con las cuales tenemos que tratar son la posesión adquirida del
Señor, y no debemos permitir que escape de nuestros labios ninguna
expresión apresurada o dominadora.
Hermanos, tratad a los hombres como hombres, no como sirvien-
tes a los cuales podéis dar órdenes según os parezca. El que da rienda
suelta a un espíritu áspero y despótico, haría bien en convertirse en
pastor de ovejas, como Moisés, para aprender lo que significa ser un