Página 231 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Métodos, principios y motivos correctos
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verdadero pastor. Moisés adquirió en Egipto la experiencia de un
poderoso estadista y conductor de ejércitos, pero no aprendió allí las
lecciones esenciales para lograr la verdadera grandeza. Necesitaba
experiencia en deberes más humildes para poder llegar a ser un guar-
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dián que manifestara ternura hacia toda cosa viviente. Al pastorear
los rebaños de Jetro, sintió simpatía por las ovejas y los corderos y
aprendió a cuidar con la más tierna consideración a esas criaturas
de Dios. Aunque la voz de esos animalitos jamás podía denunciar
malos tratos, su actitud, en cambio, podía ser muy elocuente. Dios
cuida de todas las criaturas que ha hecho. Al trabajar para Dios en
esa humilde tarea, Moisés aprendió a ser tierno pastor para Israel.
La dependencia de Dios
El Señor también quiere que aprendamos una lección de la ex-
periencia de Daniel. Hay muchos que podrían llegar a ser hombres
poderosos, si como este fiel hebreo dependieran de Dios para obtener
gracia a fin de ser victoriosos, y fuerza y eficiencia para cumplir sus
deberes. Daniel manifestó la más perfecta cortesía, tanto hacia sus
mayores como hacia los jóvenes. Era testigo de Dios y trataba de
seguir una conducta tal que no tuviera que avergonzarse de que el
cielo escuchara sus palabras o viese sus obras. Cuando se le exigió a
Daniel que participara de los manjares deliciosos de la mesa del rey,
no montó en cólera ni expresó que sería él quien decidiría qué iba
a comer y beber. Sin pronunciar una sola palabra de desafío, llevó
el asunto ante Dios. El y sus compañeros buscaron sabiduría en el
Señor y, cuando terminaron su ferviente oración, la decisión estaba
hecha. Con verdadero valor y cortesía cristiana, Daniel presentó el
caso al funcionario que estaba a cargo de ellos, pidiéndole les con-
cediera un régimen alimentario sencillo. Estos jóvenes comprendían
que sus principios religiosos estaban en juego y confiaron en Dios,
a quien amaban y servían. Su pedido fue concedido, pues habían
alcanzado el favor de Dios y de los hombres.
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Los seres humanos, sea cual fuere el puesto de confianza en que
estén, necesitan ocupar su lugar en la escuela de Cristo y prestar
oído al mandato del gran Maestro: “Aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. No tenemos excusa para