Página 233 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Métodos, principios y motivos correctos
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colaboran con nuestras instituciones cometa errores, no haya quienes
denuncien, condenen y destruyan como si no tuvieran falta alguna.
La obra del cristiano consiste en reparar, restaurar y curar. Este
proceso sanador salva muchas almas y cubre multitud de pecados.
Dios es amor; Dios es amor en sí mismo, en su esencia. El obtiene
los mejores resultados de lo que parece un perjuicio, y no le da
ocasión de triunfar a Satanás pues no permite que aparezca lo peor
de nosotros ni expone nuestra debilidad frente a nuestros enemigos.
No debemos introducir el mundo en la iglesia ni casarlo con ella,
estableciendo así un vínculo de unidad. De esa manera la iglesia
ciertamente se corromperá; llegará a ser, como se declara en el
Apocalipsis, “albergue de toda ave inmunda y aborrecible”.
La influencia de la unión con los mundanos
Si se relacionan con el mundo, nuestras instituciones se debilita-
rán; no se podrá confiar en ellas, porque esos elementos mundanos,
introducidos y ubicados en puestos de confianza, considerados maes-
tros respetables en su posición educadora, rectora y oficial, serán
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manejados seguramente por el espíritu y el poder de las tinieblas;
no se distinguirá la línea que separa al que sirve a Dios del que no
lo sirve. Cristo presentó la parábola del campo en el que se pensaba
que se había sembrado puro trigo, pero al final los encargados obser-
varon el campo con desaliento y preguntaron: “¿No sembraste buena
semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?” El dueño del
campo contestó: “Un enemigo ha hecho esto”.
El acusador de los hermanos
Así se me presentó lo referente al Retiro Rural de Salud. [
veasé
el Apéndice.
] Yo tenía un mensaje de amonestación. Hablé con
fervor y sé que el Señor puso su Espíritu Santo sobre mí mientras
presentaba el peligro de la asociación con el mundo y el amor a él. El
mundano está siempre a la expectativa para criticar y acusar a los que
sirven a Dios. Esto se pondrá de manifiesto mediante las quejas y
querellas que promueven los profesos cristianos, que nunca han sido
transformados por la gracia de Jesucristo. Son enemigos mortales
de los creyentes. Desprecian el sábado del cuarto mandamiento,
y si logran que parezcan culpables los que luchan por obedecer