Página 234 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
los mandamientos de Dios, Satanás habrá lanzado una flecha, y
entonces, ¿qué ocurre? pues que manifiesta su carácter acusador;
pero sus crueles estocadas harán poco daño si los profesos creyentes
permanecen fieles a las palabras de Cristo y son hacedores y no sólo
oidores de su palabra. Los que reciben estas quejas están obligados
ante Jesucristo a amar y respetar y a ser mutuamente leales con los
que están unidos a Cristo por ser miembros de la iglesia. El aliarse
con los buscadores de faltas, el acusar a los hermanos, el aceptar los
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cargos que vienen a depositar junto a la puerta, equivale a secundar
la obra del enemigo colocándose en sus manos para que su obra
tenga éxito.
Por qué fue odiado Cristo
Presenté a los oyentes el caso de Jesús, el Señor de vida y gloria,
que fue crucificado para complacer la maldad de los judíos, porque
los principios que presentaba no coincidían con sus ideas ni con
las ambiciosas metas que se habían fijado. Condenaba todo engaño,
toda maniobra subterránea para lograr la supremacía y todo acto
impío. Pilato y Herodes se hicieron amigos al crucificar a Jesucristo.
Complacieron a los judíos al sancionar la enemistad de ellos contra
Aquel a quien Pilato había proclamado inocente. Les presenté a Ju-
das, que traicionó a su Señor por dinero; a Pedro, que lo negó cuando
lo humillaban en el tribunal. Pocas horas antes había asegurado con
gran firmeza a su Maestro que iría con él a la cárcel y a la muerte.
Y, a pesar de la declaración de Jesús de que antes que el gallo can-
tara lo negaría tres veces, tenía tanta confianza en sí mismo que no
aceptó las palabras de Cristo como verdad. ¡Cuán poco se conocía
a sí mismo! ¡Cuán pronto las circunstancias pusieron a prueba su
lealtad a su Maestro! Negó a Jesús en la misma hora en que debería
haber velado con él en ferviente oración. Cuando fue acusado en el
tribunal de ser uno de los discípulos de ese Hombre, lo negó. Y la
tercera vez que fue acusado, reafirmó su negación con maldiciones
y juramentos.
El efecto de una conversión genuina
Dijo Cristo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre voso-
tros el Espíritu Santo, y me seréis testigos”. La mirada de dolor y