Página 236 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
mitir que sus mentes fueran inducidas a actuar sobre la base de las
palabras que profirieran los enemigos del Señor contra sus hijos. Si
se presentan quejas, murmuraciones o acusaciones, deben estudiar
en la escuela de Cristo qué conducta seguir hacia aquellos contra
quienes se formulan dichas quejas. Trata el asunto entre él y tú
solo
y, si no escucha, entonces llama a dos o tres más y, si no los escucha
tampoco, entonces dilo a la iglesia.
No améis al mundo
El mundo no tiene nada que ver con los creyentes en esta obra
Los mundanos no pueden percibir los motivos y principios por medio
de los cuales los hijos de Dios están ligados el uno al otro en sus
relaciones y en su trato mutuo. Debemos ser soldados fieles y leales
en el ejército de Jesucristo. Todos sus seguidores deben andar al paso
de su Jefe. Nunca deben transmitir sus secretos a los enemigos de
Cristo ni hacerles confidencias respecto a sus movimientos ni a las
actividades que se proponen realizar; porque eso equivale a traicionar
cometidos sagrados y darle al enemigo todas las ventajas. Celebren
consejo los hijos de Dios dentro de su propia esfera. Los enemigos de
Cristo no deben familiarizarse con sus secretos, mientras se mantiene
en ignorancia a los hijos de Dios con respecto a las cosas que
precisamente deben saber. Los secretos de Jehová son para los que
lo temen.
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El mundo es el principal enemigo de la religión. Las fuerzas
satánicas están obrando constantemente por medio del mundo y
de los que profesan ser cristianos pero que, por el contrario, están
íntimamente relacionados con el mundo. Están de tal manera unidos
con él en metas y formas de obrar, que no pueden establecer la
diferencia que existe entre el que sirve a Dios y el que sirve al mundo.
El enemigo está obrando constantemente para exaltar al mundo,
a fin de que éste sea considerado como superior a los que creen
en Jesús y tratan de ser hacedores de su Palabra. Las expresiones
de alabanza y adulación de los mundanos se reciben como dulces
bocados, pero el juicio de los que gustan de esa clase de alimento
está de acuerdo con la debilidad que manifiestan en ese sentido.
Su vida espiritual se compone precisamente del material de que
se alimentan. Su experiencia cristiana depende mayormente de la