Página 246 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
De nuevo quiero instar a que se cultive la fe viva en Dios. Hay
personas que, aunque piensan que sirven a Dios, están ciñéndo-
se rápidamente de infidelidad. Los caminos torcidos les parecen
derechos; viven en continua violación de la verdad de Dios; han en-
tretejido elementos corruptos en su vida práctica, y doquiera vayan
siembran semillas de maldad. En lugar de guiar a otros a Cristo, su
influencia los induce a dudar. Perturban las mentes con respecto a
la verdad al espaciarse en teorías especulativas que los apartan de
ella. Ayudan a forjar los eslabones de la duda y la incredulidad, el
espíritu de crítica y acusación, y las almas tropiezan en ellos para
perdición. La sangre de estas almas recaerá sobre los que hacen la
obra del enemigo mientras profesan estar al servicio de Dios.
¿Cómo deberíamos andar?
Sabiendo esto, ¿cómo deberíamos andar? ¿Exaltaremos la sa-
biduría humana y señalaremos a los hombres finitos, mutables y
errantes como nuestro apoyo en tiempo de prueba? ¿O manifestare-
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mos nuestra fe por medio de nuestra confianza en el poder de Dios, al
poner en evidencia la maraña de teorías, religiones y filosofías falsas
que Satanás ha esparcido para atrapar a las almas desprevenidas? Al
poner por obra así la Palabra de Dios, seremos luces en el mundo;
porque si la cumplimos, mostraremos a todos los que entran en el
ámbito de nuestra influencia que reverenciamos y respetamos a Dios
y que estamos trabajando bajo su dirección. Al andar con humildad
y circunspección, al manifestar amor, tolerancia, longanimidad y
bondad, Dios espera que sus siervos lo revelen ante el mundo.
Dios exige a los que se les han confiado cometidos sagrados
que se pongan plenamente a la altura de sus responsabilidades. El
hombre ha sido puesto en el mundo para ser sometido a prueba, y
los que ocupan puestos de confianza deben decidir si van a exaltar
al yo o a su Hacedor; si van a utilizar su poder para oprimir a sus
semejantes o si van a exaltar y glorificar a Dios.
Las grandes responsabilidades implican grandes obligaciones.
El que desee ser un siervo fiel, debe prestar un servicio pleno y
voluntario al mayor Maestro que el mundo haya conocido jamás.
Sus ideas y principios deben mantenerse puros por el poder de Dios.
Cada día debe aprender a hacerse digno de la confianza que se le ha