Página 247 - Testimonios para los Ministros (1979)

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A los hermanos que ocupan puestos de responsabilidad
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dispensado. El poder divino debe impulsar su mente. Su carácter no
debe ser contaminado por la influencia de sus parientes, amigos o
vecinos. A veces debe retirarse de la vida activa para comulgar con
Dios y para oír su voz diciéndole: “Estad quietos y conoced que yo
soy Dios”.
Los frutos del Espíritu se manifestarán en el hombre que ama a
Dios y guarda el camino del Señor, como el rico racimo de uvas que
produce la vid. Cristo es su fortaleza. Cristo vivió la ley de Dios en
la humanidad, y lo mismo puede hacer el hombre si se aferra por la
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fe de Aquel que es poderoso, para obtener fortaleza. Si se da cuenta
de que no puede hacer nada sin Cristo, Dios le dará sabiduría. Pero
debe albergar el amor de Cristo en su corazón y poner en práctica
sus lecciones; pues, ¿no ha de amar él a Cristo como Cristo amó a
Dios? ¿No ha de demostrar a todos los que se relacionan con él que
tiene la presencia permanente de Dios en su corazón, más de lo que
nunca antes la ha tenido? A causa de sus mayores responsabilidades,
debe conocer más a Dios y debe revelar esa fe viva que obra por el
amor y purifica el alma.
Frecuente causa de fracaso
Pero frecuentemente, cuando se los ubica en puestos elevados
y de confianza, los hombres dejan de dedicar tiempo a la oración;
creen que no tienen tiempo para ejercitar cada una de sus facultades
a fin de que respondan a la influencia del Espíritu Santo. Pero si
estos hombres se sentaran a los pies del manso y humilde Jesús,
desempeñarían sus sagradas responsabilidades confiando, no en sí
mismos, sino en su Dios. Ofrendarían al Señor el sacrificio de una
vida noble y abnegada. Una vida que lleva la cruz. Jesús tendría su
trono en su corazón, y les daría poder físico, mental y moral, para
darlo a conocer a los demás.
Dios anhela obrar por medio de aquellos a quienes ha dado
capacidad para hacer grandes cosas. Anhela que los que ocupan
puestos de responsabilidad lo representen ante el mundo. Desea que
Cristo sea reconocido como el mayor Maestro que el mundo haya
conocido jamás, y que brille por medio de la mente de ellos como la
luz del mundo. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Pero para