Página 252 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
“Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los
que no creen, la piedra que los edificadores desecharon ha venido a
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ser la cabeza del ángulo”. ¿Hemos aceptado todos nosotros a Cristo
como nuestra justicia? ¿Ha sido él colocado como la honorable
piedra del ángulo? ¿Han sido recibidas y practicadas sus lecciones
de humildad? ¿Han sido ejemplificadas en nuestra vida sus lecciones
de misericordia, justicia y amor a Dios?
El señor es la fuente de la fortaleza
¡Oh, qué debilidad manifiestan los hombres cuando se separan
de la fuente de sabiduría y poder! ¿No han sido magnificados acaso
los hombres? ¿No han sido puestos en alto y considerados de gran
valor los sentimientos humanos y los rasgos imperfectos de carácter,
mientras Cristo y su justicia han sido excluidos? ¿No han entretejido
de egoísmo los hombres todo lo que han tocado, poniéndolo de
manifiesto en forma persistente y decidida en la obra que realizan?
¿No han tratado con desdén el mensaje de Dios? ¿No han manejado
dineros que no les pertenecían como si tuvieran derecho de hacer
con ellos lo que les pareciera? Y cuando se invirtieron esos fondos
para abrir nuevos campos, ¿no han actuado como si provinieran de
su propio peculio, creyendo que merecían gran crédito por haberles
dado ese destino? ¿No se ha usado el dinero ofrendado como dádiva
para Dios con el fin de amontonar grandes edificios en Battle Creek,
para darle prestigio a la obra, según se ha dicho, pero en realidad
para dar oportunidad a ciertos hombres de demostrar la capacidad
y el talento que manifiestan al administrar esas grandes empresas
comerciales?
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,
pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel
que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro
tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en
otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis
alcanzado misericordia. Amados, yo os ruego como a extranjeros
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y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan
contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los
gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de mal-