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Testimonios para los Ministros
cio mediante prolongada disciplina. En muchas cosas han revelado
que su obra podía haber sido mejor. El hecho de que los hombres
cometan errores no es razón para que los consideremos incapaces
de ser buenos administradores. Los que creen que sus métodos son
perfectos, están cometiendo ahora mismo graves desatinos, pero los
demás no son más sabios por causa de ello. Presentan sus éxitos,
pero ocultan sus errores. Por lo tanto, sean bondadosos y conside-
rados con todos los hombres que entran a conciencia en el campo
como obreros para el Maestro. Nuestros hombres más responsables
han trazado algunos planes sin sabiduría y los han llevado a cabo
porque pensaban que eran perfectos. Necesitaban la colaboración de
otras personas dotadas de mentalidad y carácter. Deberían haberse
relacionado con otros hombres capaces de ver las cosas desde un
punto de vista completamente distinto. Los podrían haber ayudado
en sus planes... ¡Cuán insensato es encomendar una gran misión a
un solo hombre, para que la amolde y le dé forma de acuerdo con
su juicio y su propia morbosa imaginación! Los hombres de miras
estrechas, que sólo han servido a las mesas, que carecen de visión
amplia, están descalificados para imponer su molde a la obra. Los
que desean controlarla creen que nadie puede hacerlo tan perfecta-
mente como ellos mismos, y la causa ostenta entonces las marcas de
sus defectos.
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