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Testimonios para los Ministros
porción de lo que confió al hombre. “Porque yo Jehová no cambio;
por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los
días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las
guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho
Jehová de los ejércitos”.
Los que afirman que no pueden entender esta declaración sencilla
y definida—que significa tanto para ellos, si son obedientes, en
bediciones que recibirán, puesto que hasta las ventanas de los cielos
se abrirán y las bendiciones descenderán en forma superabundante—
no son honrados delante de Dios. Su excusa de que no conocían la
voluntad de Dios no valdrá nada en el gran día del juicio.
Todos han de cumplir con su deber
Traed ahora mismo todos los diezmos que por descuido no ha-
béis devuelto. El nuevo año debe comenzar para vosotros de tal
manera que seáis hombres honrados en su trato con Dios. Los que
han retenido sus diezmos deben enviarlos antes que termine el año
1896, para que puedan estar bien con Dios, y nunca, nunca más co-
rráis de nuevo el riesgo de ser maldecidos por Dios. Presidentes de
asociación, cumplid vuestro deber; no pronunciéis vuestras propias
palabras, sino un sencillo “Así dice Jehová”. Ancianos de iglesia,
cumplid vuestro deber. Trabajad de casa en casa para que la grey de
Dios no sea remisa en este importante asunto, que implica, según el
caso, bendición o maldición.
Colaboren con el Señor todos los que temen a Dios y sean fieles
mayordomos. La verdad debe ir a todas partes del mundo. Se me
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ha mostrado que muchos en nuestras iglesias están robando a Dios
en los diezmos y las ofrendas. El Señor cumplirá en ellos lo que ha
declarado. A los obedientes dará ricas bendiciones; a los transgre-
sores, maldición. Todo hombre que lleva el mensaje de la verdad
a nuestras iglesias debe cumplir su deber de amonestar, educar y
reprender. Todo descuido del deber, que equivale a robar a Dios,
implica maldición para el culpable.
El Señor no considerará sin culpa a los que son deficientes al
hacer la obra que él requiere de ellos; es decir, vigilar para que la
iglesia se mantenga sana espiritualmente, y cumplir en forma cabal
su deber de no permitir que ninguna negligencia acarree sobre su