Página 267 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Medios y métodos
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pueblo la maldición que lo amenaza. Se pronuncia una maldición
sobre todos los que retienen sus diezmos. Dios dice: “¿Robará el
hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En
qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois
con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa”.
Esto no lo pide un hombre; es uno de los mandatos de Dios, por
medio del cual se puede sostener su obra y promover su progreso
en el mundo. Dios nos ayude a arrepentirnos. “Volveos a mí—dice
él—, y yo me volveré a vosotros”. Los hombres que quieran cumplir
su deber lo encuentran expresado con toda claridad en este capítulo.
Nadie puede dar excusas para no devolver su diezmo y dar sus
ofrendas al Altísimo.
El Señor nos concede sus dones en abundancia. “Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Toda bendición que recibimos nos llega por medio de Jesucristo.
¿No debemos entonces levantarnos y cumplir con nuestro deber
hacia Dios, de quien dependemos para la vida y la salud, para recibir
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sus bendiciones sobre nuestras cosechas y nuestros campos, nuestro
ganado, nuestros rebaños y nuestras viñas? Se nos asegura que
si damos para la tesorería del Señor, recibiremos de él de nuevo;
pero si retenemos nuestro dinero, él retendrá su bendición y enviará
maldición sobre los infieles.
Dios ha dicho: “Probadme ahora en esto... si no os abriré las
ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta
que sobreabunde”. ¡Qué maravillosa exposición de bendiciones
prometidas nos presenta aquí el Señor! ¿Quién se puede aventurar
a robar a Dios los diezmos y las ofrendas con semejante promesa?
“Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el
fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová
de los ejércitos”.
Otro año está por pasar a la eternidad con su cúmulo de anota-
ciones. Echemos un vistazo al año pasado y, si no hemos cumplido
voluntariamente todo nuestro deber, de todo corazón para el Señor,