Página 27 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Marco histórico
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que lograran. En algunos casos nos hemos sentido incluso libres
de criticar el testimonio y las advertencias que Dios nos envió para
nuestro bien. Este es un asunto muy serio. ¿Cuál ha sido el resulta-
do?: Una frialdad de corazón, una esterilidad espiritual que resulta
verdaderamente alarmante.
“¿No ha llegado acaso el tiempo de elevar la voz de alarma?
¿No ha llegado acaso el tiempo en que cada persona medite en estas
cosas y se pregunte: ‘¿Soy yo, Señor?’...
“En el siguiente testimonio se vuelven a señalar nuestros peligros
en tal forma que no podemos dejar de comprenderlos. La pregunta
que surge es ésta: ¿Haremos caso del consejo de Dios y lo buscare-
mos de todo corazón, o vamos a tratar estas amonestaciones con la
negligencia y la indiferencia con que lo hemos hecho tantas veces
en lo pasado? Dios habla en serio con nosotros y no debiéramos ser
remisos para responder”.
Al aparecer el sexto de estos folletos, el pastor O1sen escribió el
22 de noviembre de 1896 estas palabras introductorias:
[xxxii]
“Durante los últimos meses he recibido una cantidad de mensa-
jes de la Hna. Elena G. de White, que contienen mucha instrucción
valiosa para mí y para todos nuestros obreros; y sabiendo que to-
dos los obreros relacionados con la causa de la Verdad Presente
serán beneficiados personalmente y ayudados en su tarea al recibir
estas instrucciones, las he compilado y las he hecho imprimir en
este folleto para su beneficio. No necesito pedirles que lo estudien
cuidadosamente y con oración, porque sé que lo harán”.
No era tarea fácil para Elena G. de White escribir estos impresio-
nantes mensajes de amonestación y reprensión, ni era fácil tampoco
que los destinatarios aceptaran que se aplicaban a su experiencia
personal y que se decidieran a hacer las reformas que se les pedían.
El presidente de la Asociación General y la Junta Directiva de ese
organismo los publicaron en forma de folleto en la década iniciada
con 1890, para que todos los ministros recibieran la amonestación.
Más tarde todo ese material volvió a publicarse en un volumen en
Testimonios para los Ministros,
en 1923, para que todos los pastores
y administradores adventistas estuvieran enterados de los peligros
que podían contrarrestar seriamente los intereses de la obra de Dios.
Por supuesto, Elena G. de White no quería implicar a cada mi-
nistro y administrador en estos mensajes de reprensión. “¡Cuánto