Página 286 - Testimonios para los Ministros (1979)

Basic HTML Version

282
Testimonios para los Ministros
¿Queremos saber cómo agradar mejor al Salvador? No lo ha-
remos dando discursos políticos, ora sea en el púlpito o fuera del
púlpito, sino considerando con temor y temblor toda palabra que
pronunciamos. Donde la gente se reúne para adorar, no se hable
una palabra que distraiga la mente del gran interés central: Jesu-
cristo, y éste crucificado. El mensaje del tercer ángel ha de ser el
tema central de nuestra amonestación. No debemos entremeternos
en asuntos secundarios. La preocupación de la obra es: Predica la
[332]
palabra. Hay quienes han adquirido experiencia en predicar y tra-
bajar por la salvación de las almas por las cuales Cristo ha dado su
preciosa vida. La obra es la empresa especial que ha de absorber
a todo aquel que alimenta al rebaño de Dios. Estamos ahora en un
tiempo en que se oirán voces: “Este es el camino, andad por este
sendero”. Pero el Señor Jesús dice: “Sígueme tú”. “El que me sigue,
no andará en tinieblas”. La salvación de las almas ha de ser nuestra
tarea personal, y nada es de una importancia suficiente como para
distraer nuestra mente de ella. Cristo vino a nuestro mundo a salvar
almas, a difundir la luz en medio de las tinieblas morales. Una voz
viva se oye proclamar: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”.
Dejad a un lado la política
Me he sorprendido de ver a hombres que pretenden creer la
verdad para este tiempo, totalmente enfervorizados con respecto a
asuntos... ¿relacionados con el Señor Jesús y los intereses eternos?
No; sino que parecían estar maravillosamente enfervorizados con
respecto a la moneda corriente. Algunos pastores se distinguían por
entretejer estos temas en sus sermones. Se estaban enfervorizando,
tomando partido en estos asuntos de los cuales el Señor no les
encargó que se ocuparan. Estas personas aparentaban tener una
gran medida de suficiencia propia. Pero ellos mismos no sabían qué
estaban defendiendo. No sabían si estaban defendiendo principios
que se originaban en los concilios del cielo o en los concilios de
Satanás.
La voz de uno que poseía autoridad habló con gran decisión:
No sabéis de qué espíritu sois. Leed las instrucciones dadas por el
Hijo unigénito de Dios cuando se hallaba rodeado por la columna de
nube. Cuando esa voz se obedezca, no daréis vuestra voz o vuestra