Página 291 - Testimonios para los Ministros (1979)

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La clase de sermones que se necesita
¿Recordarán nuestros hermanos que estamos viviendo en medio
de los peligros de los últimos días? Leed el Apocalipsis en relación
con Daniel. Enseñad estas cosas. Sean los discursos cortos, espiri-
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tuales, elevados. Esté lleno el predicador de la Palabra de Dios. Sepa
cada hombre que se presenta en el púlpito que tiene ángeles del cielo
en su auditorio. Y cuando estos ángeles descargan de sí mismos el
áureo aceite de la verdad en el corazón del que está enseñando la
Palabra, entonces la aplicación de la verdad será un asunto solemne,
serio. Los angélicos mensajeros eliminarán el pecado del corazón,
a menos que la puerta del corazón se cierre y Cristo sea rechazado.
Cristo se alejará de los que persisten en rehusar las bendiciones
celestiales que tan liberalmente se les ofrecen.
El Espíritu Santo está haciendo su obra en los corazones. Pero
si los ministros no han recibido primero su mensaje del cielo, si
no han obtenido su propia provisión de la corriente refrescante y
vitalizadora, ¿cómo pueden lograr que fluya lo que ellos mismos
no han recibido? ¡Qué pensamiento solemne, el que las almas ham-
brientas y sedientas sean enviadas de vuelta vacías! Un hombre
puede prodigar todos los tesoros de su conocimiento, puede agotar
las energías morales de su naturaleza, y sin embargo no realizar
nada, porque él mismo no ha recibido de los mensajeros celestiales
el aceite áureo que, por lo tanto, no puede fluir de él para impartir
vida a los necesitados. Las buenas nuevas de gozo y esperanza deben
venir del cielo. ¡Aprended, oh, aprended de Jesús lo que significa
permanecer en Cristo!
Si el ministro cristiano recibe el aceite áureo, tiene vida; y donde
hay vida, no hay estancamiento, no hay una experiencia empeque-
ñecida. Hay constante crecimiento hasta la plena estatura de Cristo
Jesús. Si tenemos una experiencia profunda y creciente en las cosas
celestiales, caminaremos con el Señor, como lo hizo Enoc. En lugar
de consentir a las proposiciones de Satanás, elevaremos la más fer-
viente oración por el ungimiento celestial, para que distingamos lo
que es correcto, lo que es nacido del cielo, de lo que es común.
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Si luchamos con la fuerza del Todopoderoso, estaremos del lado
que finalmente vencerá. Al final resultaremos triunfadores. La obra
más grandiosa, las escenas más peligrosas están delante de nosotros.