Página 295 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Administradores de asociaciones
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dice: “Yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí,
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que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio”. El
presidente de la Asociación General necesita consejeros del carácter
de los que Dios escogió para Moisés. Tuvo el privilegio por lo menos
de expresar su preferencia en cuanto a los hombres que debían ser
sus consejeros. Tuvo el privilegio de discernir entre el que sirve a
Dios y el que no le sirve. Pero fue atacado de una extraña ceguera. Ha
habido una influencia que ha estado leudando las mentes humanas,
y esto ha sido sumamente doloroso. Durante años Dios ha sido
deshonrado...
Tengo una palabra del Señor para los presidentes de las asocia-
ciones. Deben poner el hombro a las responsabilidades implicadas
en los cargos que se les han confiado. En vuestro trabajo, no tratéis
de usar una norma humana, sino la norma de la obra de Dios. Si
no hacéis esto, si no buscáis al Señor con todo fervor, si no sois
portadores de cargas, sino que tratáis de arrojar todo el peso de
las responsabilidades sobre el presidente de la Asociación General,
semana tras semana, mes tras mes, estáis descalificándoos para la
obra. Debéis abandonarla, y ocuparos de negocios comunes, que no
impliquen tan decididamente responsabilidades eternas.
Presidentes de asociaciones, me dirijo a vosotros en el nom-
bre del Señor Jesús: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado,
llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el
hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá
de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdo-
nar”. Habéis de ser misioneros abnegados, hombres de pensamiento,
hombres que oren pidiendo iluminación divina, y que sean fieles
a sus responsabilidades. Sentaos a los pies de Jesús y aprended su
voluntad. Debe haber actividad celosa de vuestra parte. No enseñéis
vuestras ideas, vuestros planes, vuestras nociones, vuestras máximas,
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sino enseñad la Palabra del Señor.
Vuestras reuniones semanales de oración no calificarán a nin-
guno de vosotros para vuestras grandes y solemnes responsabilida-
des si, después de las mismas, sentís que vuestra obra está hecha, y,
habiendo mirado al gran espejo moral, os apartáis y os olvidáis qué
tales sois. No es solamente un día de servicio el que será suficiente
para las necesidades del alma. Debéis estar constantemente yendo al