Página 296 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
almacén espiritual para alimentaros de la carne y de la sangre del
Hijo de Dios. La religión no ha de ser abaratada en 1896 ó 1897.
Abandonad las influencias mundanas
Los que son participantes de la naturaleza divina han de aban-
donar las influencias mundanas y las festividades vacías, y sentarse
con Cristo en cordial comunión con su Redentor. Cesad de proferir
incrédulos lamentos. Cuando los ansiosos discípulos vieron a las
hambrientas multitudes junto al mar, la imposibilidad surgió en sus
mentes, y preguntaron: ¿Iremos a las aldeas a comprar para darles de
comer? De la misma manera, en las diversas asociaciones, muchos
preguntan hoy: ¿Enviaremos a Battle Creek para pedir que venga
alguien y celebre reuniones con nosotros, y nos reavive y nos ali-
mente? ¿Qué dijo Cristo? No. El ordenó a la multitud que se sentara
sobre el pasto en grupos de cincuenta y de cien. Ellos obedecieron
las órdenes, sentándose en largas hileras sobre el pasto. Jesús tomó
los cinco panes y los dos peces de las manos del muchacho, y, mi-
rando a su Padre, pidió que bendijera la magra provisión. Entonces
puso en manos de sus discípulos el alimento para ser distribuido. La
escasa provisión aumentó bajo la mano de Cristo, y él tenía constan-
temente una provisión fresca para que sus siervos la distribuyeran
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a la multitud hambrienta, hasta que todos tuvieron lo suficiente.
Entonces vino la orden: “Recoged los pedazos que sobraron, para
que no se pierda nada”. Hubo un excedente de alimento, el cual fue
reunido.
Esta es una lección para todos en su experiencia espiritual. ¡Qué
cantidad de lamentos se ahorrarían los hombres si solamente confia-
ran en Dios! El pan de vida ha de ser dado a las almas necesitadas.
¡Y cuánto esfuerzo se dedica a menudo a este asunto! Hay prolon-
gados consejos para idear planes, e inventar nuevos métodos. Hay
un esfuerzo constante para producir entretenimientos a fin de atraer
a la gente a la iglesia o a la escuela sabática. Como los discípulos,
los obreros levantan la pregunta: ¿Iremos a las aldeas a comprar?
¿Cuál es la obra que ha de hacerse? Id a Jesús. La fe sencilla y la
oración realizarán muchísimo más que vuestras largas reuniones de
consejo. Escuchad la invitación del Salvador. Poned vuestro cuello