Página 300 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
hacia los agentes humanos de Dios. Hermanos, permitid que Dios
gobierne.
La obra para este tiempo
La gran obra para este tiempo exige que los hombres vayan por
doquiera, lejos y cerca, por los caminos y los vallados, a difundir la
luz, presentando las palabras de vida. ¿Ha colocado Dios sobre un
solo hombre o consejo de hombres la responsabilidad de tomar esta
obra en sus manos, como si los obreros, propiedad de Dios, hubieran
de estar bajo su control?
Los asuntos relacionados con la obra de Dios en cualquiera
de los ramos demandan hombres que estén trabajando en armonía
con Dios; pues en la obra el poder y el éxito solamente pueden
lograrse por medio de la cooperación de lo humano con lo divino.
Si uno no ofrece la mejor evidencia de que comprende las cosas
celestiales y eternas, no debe ser autorizado a ministrar en asuntos
que se relacionan con la obra y que conciernen a la salvación de
las almas por las cuales Cristo murió. Las manos y los cerebros no
santificados han tenido ya demasiado poder confiado a ellos, y se
han tomado determinaciones muy faltas de sabiduría, que no están
de acuerdo con la voluntad y los caminos de Dios.
Ningún hombre es juez adecuado del deber de otro hombre. El
hombre es responsable ante Dios, y cuando los hombres finitos y
sujetos a error toman en sus manos el manejo de sus semejantes,
como si el Señor los comisionara a hacer y deshacer, todo el cielo se
llena de indignación. Se establecen extraños principios con respecto
al control de las mentes y las obras de los hombres, por parte de
jueces humanos, como si estos hombres finitos fueran dioses.
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¿Y qué ocurre con algunos que están llevando estas sagradas
responsabilidades? Los hombres que no tienen una disposición espi-
ritual, que no están consagrados a Dios, no tienen ningún cometido
que realizar, ninguna autoridad que ejercer con respecto a los deseos
o las acciones de sus semejantes. Pero a menos que los hombres
estén diariamente en comunión con Dios, a menos que lo busquen
con todo el corazón para obtener una capacitación para la obra, asu-
mirán el poder de regir la conciencia de los demás. El sentido de la
presencia divina infundiría reverencia y subyugaría el alma; pero ca-