Página 302 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
desconsiderada, dejadas para luchar bajo la tentación, y colocadas a
la fuerza en el campo de batalla de Satanás.
Los que decían ser amigos de Job fueron consoladores mise-
rables que hicieron su caso más amargo e insoportable, y Job no
era culpable como ellos suponían. Los que están bajo el dolor y la
angustia a causa de su propia conducta errónea, mientras Satanás
está tratando de inducirlos a la desesperación, son precisamente los
que necesitan la máxima ayuda. La intensa agonía del alma derro-
tada por Satanás, y que se siente vencida e indefensa, ¡cuán poco
es comprendida por aquellos que deben ir con tierna compasión al
encuentro del que yerra!
Es sumamente lamentable la condición del que sufre bajo el
remordimiento; es como una persona aturdida, que se tambalea,
humillada en el polvo. Y muchos que se creen justos, llegan a ser
consoladores exasperantes; tratan rudamente a esas almas. Al mani-
festar esta dureza de corazón, al herir y oprimir a esas almas, están
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haciendo la misma obra que Satanás se deleita en realizar. El alma
que sufre bajo la prueba y la tentación no puede ver nada claro. La
mente está confundida; no sabe qué pasos dar. ¡Oh, no habléis una
sola palabra que pueda producirles mayor dolor!
Cómo tratar con los que yerran
Nuestro Salvador dijo: “Cualquiera que haga tropezar a alguno
de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase
al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en
lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es
necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien
viene el tropiezo!... Mirad, que no menospreciéis a uno de estos
pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre
el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del
Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os
parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas,
¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se
había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo
que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no
se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en
los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”.