Página 303 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Exhortaciones a la verdad y la lealtad
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“No he venido—dijo Cristo—, a llamar a justos [a vosotros que
no sentís necesidad de arrepentimiento], sino a pecadores al arre-
pentimiento”. Los colaboradores de Dios trabajarán a semejanza de
Cristo. Hay más de una pobre alma que es mal entendida, inaprecia-
da, llena de angustia y agonía: una oveja perdida y errante. Su mente
está entenebrecida, no puede encontrar a Dios, y, casi desesperada,
la incredulidad toma posesión de ella. Sin embargo tiene un deseo
intenso y anhelante de perdón y de paz.
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Al contemplar este cuadro, podéis hacer la pregunta: ¿No hay
algún cristiano al cual puede ir una persona tal para encontrar alivio?
Esta pregunta Dios la contesta así: “Pero tengo contra ti, que has
dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y
arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti,
y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”. Un
fariseísmo frío, de corazón duro, ha tomado posesión de muchos de
los profesos seguidores de Cristo, y el amor de Jesús está muerto.
“Sé vigilante”
“Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete
espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus
obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante,
y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado
tus obras perfectas delante de Dios”. Aquí el problema está resuelto.
Las personas que aquí se describen han tenido la luz que los habría
inducido a realizar obras completamente diferentes, si hubieran
seguido la luz y hubiesen fortalecido las cosas que quedaban y que
estaban por morir. Ayudando a los que necesitaban auxilio habrían
mantenido viva la luz que brilló en sus propios corazones cuando
Jesús habló a sus almas diciendo: “Tus pecados te son perdonados”.
Se especifica claramente la obra que ha de ser hecha: “Sé vigi-
lante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he
hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo
que has recibido y has oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no
velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré
sobre ti”. Muchos han oído y recibido la palabra de vida y han sido
poderosamente conmovidos por la verdad, pero han permitido que
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sus almas se volvieran frías, su fe oscura, por su justicia propia, por