Página 305 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Exhortaciones a la verdad y la lealtad
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Hay almas que en medio de sus tinieblas, llenas de remordimien-
tos, dolor y angustia, todavía sienten que Dios es justo y bueno. El
Señor mantiene viva la llama de la esperanza en sus corazones. La
pobre alma entenebrecida piensa: Si solamente pudiera aparecer ante
Dios, y rogarle por mi caso, él tendría piedad por causa de Cristo,
y este horrible temor y agonía sería aliviado. Esa alma ha tratado
de hablar a los hombres, y ha sido rudamente rechazada, reprobada,
vilipendiada por sus supuestos amigos. A veces las reprensiones
amontonadas sobre su cabeza han casi destruido la última chispa
de esperanza. El alma consciente de la sinceridad y honradez de
sus intenciones halla que tiene menos que temer de Dios que de los
hombres que tienen corazones de acero. El alma atribulada por la
agonía humana se aparta de los falsos juicios y la condenación de
los hombres que no pueden leer el corazón, y que sin embargo se
arrogan el derecho de juzgar a sus semejantes. Se vuelve a Uno en
el cual no hay sombra de error, Uno que conoce todos los impulsos
del corazón, que está familiarizado con todas las circunstancias de
la tentación. Dios conoce todo hecho de la vida pasada, y sin em-
bargo, aun considerando todo esto, el alma atribulada está lista para
confiar su causa a Dios, sabiendo que es un Dios de misericordia y
compasión.
Caigamos en las manos de Dios
Cuando a David se le pidió que eligiera el castigo por su pecado,
él dijo: “Caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus miseri-
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cordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres”. El
sabía que Dios conocía la lucha y la angustia del alma. Cuando uno
alcanza a tener una vislumbre del carácter de Dios, no ve en él el es-
píritu despiadado y vengativo manifestado por los agentes humanos.
Ve que la aflicción y la prueba son los medios señalados por Dios
para disciplinar a sus hijos, y enseñarles su camino, para que echen
mano de su gracia. “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová,
y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz,
confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios”. Cuando el
pobre extraviado es conducido al río del amor de Dios, exclama:
Cuando él me haya probado, saldré como oro purificado. El alma