Página 306 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
que sufre se convierte en paciente, confiada, triunfante en Dios bajo
las circunstancias adversas.
“Por lo cual, debía ser en todo semejante a sus hermanos, para
venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se
refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son
tentados”. “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó
los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Por-
que no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente
al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para
el oportuno socorro”. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno
de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios
vivo”.
Cuando el hombre finito y sujeto a errar da evidencia de que se
considera como de mayor importancia que Dios mismo, cuando se
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cree justo, y sin embargo no manifiesta la ternura de espíritu que
caracterizó la vida de nuestro Señor Jesús, podemos saber que a
menos que se arrepienta, el candelero será quitado prontamente de
su lugar. Todo el cielo está sorprendido por la terrible indiferencia
de los agentes humanos. Hombres que son ellos mismos tentados
y que caen en el pecado y necesitan perdón, están sin embargo
llenos de suficiencia propia y son insensibles hacia un hermano que
es entrampado por el enemigo y cuya necesidad y peligro debiera
despertar nuestra cristiana simpatía y esfuerzo para establecer sus
pies sobre la Roca sólida.
Un engaño fatal
Hay un engaño terrible y fatal en que puede caer la mente hu-
mana. Debido a que los hombres están en puestos de confianza,
relacionados con la obra de Dios, se exaltan en su propia estima y no
disciernen que otras almas, tan preciosas a la vista de Dios como la
suya propia, son descuidadas y tratadas con tosquedad, maltratadas,
heridas y abandonadas para morir.
El poder convertidor de Dios debe dominar a los hombres que
manejan las cosas sagradas, y sin embargo son incapaces, por alguna