Página 325 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Exhortaciones a la verdad y la lealtad
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su fuente de poder, es uno con Cristo, un colaborador de Dios; y por
medio de este ministro, las almas son convertidas a Jesús.
Toda capacidad proviene de Dios
Hay personas que no son eruditas y que no tienen una gran
dotación de talentos, pero no necesitan desanimarse a causa de
esto. Usen lo que tienen, vigilando fielmente todo punto débil de
su carácter y buscando la gracia divina para fortalecerlo. No hay
hombre viviente que tenga facultad o capacidad alguna que no haya
recibido de Dios, y la fuente de la cual vino está abierta para el
más débil ser humano. Si se acerca a Dios, la inagotable fuente de
fortaleza, se dará cuenta de que el Señor cumple su promesa. Pero
en esta obra no necesitamos llamar a hombres que están a miles
de kilómetros de distancia para que nos ayuden, porque Cristo ha
prometido: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis”.
Dios no ha dado caprichosamente sus talentos a los hombres, sino
de acuerdo con la capacidad que él mismo les concedió para usarlos.
Cuanto mayores sean los talentos prestados al hombre, mayores
serán las ganancias exigidas. Dios demanda de todo agente humano
que consulte el oráculo divino y se familiarice con su voluntad
expresada sobre todos los asuntos, a fin de que por un uso diligente
de los talentos que le fueron prestados pueda adquirir otros.
Dios quiere que aprendamos la solemne lección de que estamos
forjando nuestro propio destino. El carácter que formamos en esta
vida decide si seremos idóneos para vivir por los siglos eternos.
Ningún hombre que permanezca ocioso puede estar seguro. Quizá
no tenga muchos talentos, pero negocie con los que posee; y en
proporción con la integridad que manifieste hacia Dios y hacia sus
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semejantes, Dios lo bendecirá.
El Espíritu Santo espera para dar ayuda a toda alma creyente, y
Jesús declara: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo”. Sean fuertes los que creen en Jesús, hombres
de oración y plenos de confianza en el poder de Cristo para salvar.
“Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás”.