Página 326 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
El ruego del señor
Permitidme que ruegue a nuestras asociaciones y a nuestras
iglesias que dejen de depender de los hombres y hacer de la carne su
brazo. No miréis a otros hombres para ver cómo se conducen bajo la
convicción de la verdad, o para pedirles ayuda. No esperéis recibir
fuerza de los hombres que están en altos puestos de responsabilidad
porque ellos son precisamente los hombres que están en peligro de
considerar su posición de responsabilidad como evidencia del poder
especial de Dios. Nuestras iglesias son débiles porque sus miembros
están acostumbrados a estimar los recursos humanos y depender de
ellos, y miles de pesos se gastan innecesariamente en el transporte
de hombres finitos de un lugar a otro para que arreglen pequeñas
dificultades, cuando Jesús está siempre cerca para ayudar a los que
están en necesidad y aflicción.
Las advertencias dadas en la Palabra de Dios a los hijos de Israel
no fueron dirigidas solamente a ellos, sino a todos los que vivieran
en la tierra. El les dice: “¡Ay de los hijos que se apartan... para tomar
consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu,
añadiendo pecado a pecado! Que se apartan para descender a Egipto,
y no han preguntado de mi boca; para fortalecerse con la fuerza de
Faraón, y poner su esperanza en la sombra de Egipto”. Si el Señor
reprobó a su pueblo de la antigüedad porque descuidó el buscar
consejo de él cuando estaba en dificultad, ¿no se desagradará hoy
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de que su pueblo, en lugar de depender de los brillantes rayos del
Sol de justicia para que alumbren su camino, se aparte de él en el
proceso de su prueba para buscar la ayuda de seres humanos que son
tan falibles e ineficientes como ellos mismos? ¿Dónde está nuestra
fuerza? ¿Está en hombres que son tan desvalidos y dependientes
como nosotros mismos, que necesitan la dirección de Dios tanto
como nosotros?
Cristo dice: “Separados de mí nada podéis hacer”, y él ha pro-
porcionado el Espíritu Santo como pronto auxilio en todo tiempo
de necesidad. Pero muchos tienen una experiencia religiosa débil
porque, en lugar de buscar al Señor para obtener la eficiencia del
Espíritu Santo, hacen de la carne su brazo. Edúquese al pueblo de
Dios a ir al Señor cuando está en problemas y a obtener fortaleza de
las promesas que son el sí y el amén para toda alma que confía.