Página 334 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
nunca satisfacen ni sanan al alma. Pero Jesús nos dice: “El que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”.
La benigna presencia de Cristo en su Palabra está siempre ha-
blando al alma, representándolo por medio de la fuente del agua viva
que refresca el alma sedienta. Es nuestro privilegio tener un Salvador
vivo y permanente. El es la fuente de poder espiritual implantada
dentro de nosotros, y su influencia se manifestará en palabras y
acciones, refrigerando a todos los que están dentro de la esfera de
nuestra influencia, creando en ellos deseos y aspiraciones de fuerza
y pureza, de santidad y paz, y del gozo que no trae consigo dolor.
Este es el resultado cuando el Salvador mora dentro de nosotros.
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La intercesión de Cristo
Jesús dice: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo”. El anduvo una vez como hombre sobre la tierra,
revestida su divinidad de humanidad, un hombre que sufría y era
tentado, perseguido por los ardides satánicos. Fue tentado en todo
punto como nosotros, y sabe cómo socorrer a los que son tentados.
Ahora está a la diestra de Dios; está en el cielo como nuestro abogado
para interceder por nosotros. Siempre hemos de cobrar consuelo y
esperanza al pensar en esto. El está pensando en los que están sujetos
a las tentaciones de este mundo. Piensa en nosotros individualmente,
y conoce cada una de nuestras necesidades. Cuando seáis tentados,
decid tan sólo: El cuida de mí, él intercede en mi favor, él me ama,
él ha muerto por mí. Me entregaré sin reservas a él. Entristecemos
el corazón de Cristo cuando vamos condoliéndonos de nosotros
mismos como si fuéramos nuestro propio Salvador. No; debemos
encomendar la guarda de nuestras almas a Dios como a un Creador
fiel. El siempre vive para interceder por los probados y tentados.
Abra su corazón a los brillantes rayos del Sol de justicia y no permita
que un solo suspiro de duda, una sola palabra de incredulidad escape
de sus labios para que no siembre las semillas de la duda. Hay ricas
bendiciones para nosotros; apropiémonos de ellas por la fe. Le ruego
que tenga valor en el Señor. La fortaleza divina es nuestra; hablemos
palabras de ánimo, fortaleza y fe. Lea el tercer capítulo de Efesios.
Practique la instrucción dada. Presente un testimonio viviente en
favor de Dios bajo toda circunstancia.
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