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Testimonios para los Ministros
nuestro, mayor que todos los dioses”. Considerad, mis hermanos
y hermanas, que el Señor tiene un pueblo, un pueblo escogido, su
iglesia, que debe ser suya, su propia fortaleza, que él sostiene en
un mundo rebelde y herido por el pecado; y él se ha propuesto que
ninguna autoridad sea conocida en él, ninguna ley reconocida por
ella, sino la suya propia.
Satanás tiene una gran confederación, su iglesia. Cristo la llama
la sinagoga de Satanás, porque sus miembros son los hijos del peca-
do. Los miembros de la iglesia de Satanás han estado constantemente
trabajando para desechar la ley divina y confundir la distinción entre
el bien y el mal. Satanás está trabajando con gran poder en los hijos
de desobediencia y por medio de ellos para exaltar la traición y la
apostasía como verdad y lealtad. Y en este tiempo el poder de su
inspiración satánica está moviendo a los instrumentos vivientes para
llevar a efecto la gran rebelión contra Dios, que comenzó en el cielo.
Distinciones claras, definidas
En este tiempo la iglesia ha de ponerse sus hermosas vestiduras:
“Cristo nuestra justicia”. Hay distinciones claras, definidas, que han
de ser restauradas y ejemplificadas ante el mundo al mantener en
alto los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. La hermosura de
la santidad ha de aparecer con su lustre primitivo en contraste con
la deformidad y las tinieblas de los desleales, aquellos que se han
rebelado contra la ley de Dios. Así nosotros reconocemos a Dios, y
aceptamos su ley, el fundamento de su gobierno en el cielo y a lo
largo de sus dominios terrenales. Su autoridad debe ser mantenida
distinta y clara delante del mundo; y no debe reconocerse ninguna
ley que se halle en conflicto con las leyes de Jehová. Si desafiando las
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disposiciones de Dios, se permite que el mundo ejerza su influencia
sobre nuestras decisiones o nuestras acciones, el propósito de Dios
es anulado. Por especioso que sea el pretexto, si la iglesia vacila
aquí, se registra contra ella en los libros del cielo una traición de las
más sagradas verdades y una deslealtad al reino de Cristo. La iglesia
ha de sostener firme y decididamente sus principios ante todo el
universo celestial y los reinos del mundo; la inquebrantable fidelidad
en mantener el honor y el carácter sagrado de Dios atraerá la atención
y la admiración aun del mundo, y muchos serán inducidos, por las