La iglesia de Cristo
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buenas obras que contemplen, a glorificar a nuestro Padre que está en
los cielos. Los leales y fieles llevan las credenciales del cielo, no las
de los potentados terrenales. Todos los hombres sabrán quiénes son
los discípulos de Cristo, escogidos y fieles, y los conocerán cuando
estén coronados y glorificados como personas que han honrado a
Dios y a quienes él ha honrado, dándoles la posesión de un eterno
peso de gloria...
El Señor ha provisto a su iglesia de talentos y bendiciones, para
que presente ante el mundo una imagen de la suficiencia de Dios y
para que su iglesia sea completa en él, una constante ejemplificación
de otro mundo, el mundo eterno, regido por leyes superiores a las
terrenas. Su iglesia ha de ser un templo erigido a la semejanza divina,
y el arquitecto angelical ha traído del cielo su áurea vara de medir,
para que cada piedra pueda ser labrada y escuadrada según la medida
divina y pulida para brillar como emblema del cielo, irradiando en
todas direcciones los rayos brillantes y claros del Sol de justicia. La
iglesia ha de ser alimentada con el maná celestial y mantenida bajo la
única custodia de su gracia. Revestida con la armadura completa de
la luz y la justicia, entra en su final conflicto. La escoria, el material
inútil será consumido, y la influencia de la verdad testifica ante el
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mundo de su carácter santificador y ennoblecedor...
Experimentos divinos
El Señor Jesús está realizando experimentos en los corazones
humanos por medio de la manifestación de su misericordia y abun-
dante gracia. Está realizando transformaciones tan sorprendentes
que Satanás, con toda su triunfante jactancia, con toda su confedera-
ción del mal unida contra Dios y las leyes de su gobierno, se detiene
para mirarlas como una fortaleza inexpugnable ante sus sofismas y
engaños. Son para él un misterio incomprensible. Los ángeles de
Dios, serafines y querubines, los poderes comisionados para coope-
rar con los agentes humanos, contemplan con asombro y gozo cómo
hombres caídos, una vez hijos de la ira, están desarrollando, por
la enseñanza de Cristo, caracteres a la semejanza divina, para ser
hijos e hijas de Dios, para desempeñar una parte importante en las
ocupaciones y los deleites del cielo.