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Testimonios para los Ministros
Cristo ha dado a su iglesia amplias facilidades a fin de que pueda
recibir ingente rédito de gloria de su posesión comprada y redimida.
La iglesia, dotada de la justicia de Cristo, es su depositaria, en la
cual las riquezas de su misericordia, su amor y su gracia, han de
aparecer en plena y final manifestación. La declaración de su oración
intercesora, de que el amor del Padre es tan grande hacia nosotros
como hacia él mismo, el Hijo unigénito, y que nosotros estaremos
con él donde él está, hechos uno con Cristo y el Padre para siempre,
es una maravilla para la hueste angelical, y constituye su gran gozo.
El don de su Espíritu Santo, rico, completo y abundante, ha de ser
para su iglesia como un muro de fuego que la circunde, contra el cual
no prevalecerán las potencias del infierno. Cristo mira a sus hijos en
su inmaculada pureza y perfección impecable como la recompensa
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de sus sufrimientos, su humillación y su amor, y la corona de su
gloria, siendo él mismo el gran centro del cual irradia toda gloria.
“Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del
Cordero”
La iglesia es propiedad de Dio
La iglesia es propiedad de Dios, y Dios la recuerda constante-
mente mientras está en el mundo, sujeta a las tentaciones de Satanás.
Cristo nunca ha olvidado los días de su humillación. Al abandonar el
escenario de su humillación, Jesús no perdió nada de su humanidad.
Conserva el mismo amor tierno y piadoso, y siempre es conmovido
por la angustia humana. Siempre tiene en cuenta que él fue un Varón
de dolores, experimentado en quebrantos. No olvida a su pueblo
que lo representa, que está luchando para exaltar su ley pisoteada.
Sabe que el mundo que lo odiara a él, odia también a su pueblo. Aun
cuando Cristo Jesús ha pasado a los cielos, allí continúa siendo una
cadena viviente que une a sus creyentes con su propio corazón de
amor infinito. Los más humildes y débiles están unidos íntimamente
a su corazón por una cadena de simpatía. Nunca olvida que él es
nuestro representante, y que lleva nuestra naturaleza.
[
Estudio adicional:
Obreros Evangélicos, 210, 211, 346, 518, 519
;
El Deseado de
Todas las Gentes, 408, 409, 634, 635
.
]
[
The Review and Herald, 17 de octubre de 1893
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]