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Testimonios para los Ministros
pero esto es un error. No hacen la obra de Dios fielmente; no dan
evidencia de que comprenden su sagrado carácter. Su influencia des-
carría a otros, haciéndoles considerar livianamente los instrumentos
ordenados por Dios para la salvación de las almas e induciéndolos a
pensar que pueden introducir sus propias ideas y sus pensamientos y
planes comunes. Así se desciende a un nivel bajo, ordinario, y Dios
resulta grandemente deshonrado.
Dios quisiera que todos los que tienen una experiencia semejante
arraigada en su vida religiosa, eligieran una ocupación en cualquier
otra parte, en modestas esferas de trabajo manual, donde los intere-
ses eternos no sean menospreciados por sus vidas no consagradas,
donde tengan menos oportunidad de ser tentados. El trabajo fatigoso
y cansador del cuerpo puede neutralizar y someter sus malas pro-
pensiones, y sus tendencias y rasgos de carácter dañinos no leudarán
a otros.
No hay terreno neutral
Los que tienen alguna relación con la obra de Dios en cualquiera
de nuestras instituciones deben tener comunión con Dios y deben
comprometerse a hacer lo recto bajo toda circunstancia a fin de
que sepan dónde serán hallados en el día de la prueba. Nadie que
esté relacionado con la sagrada obra de Dios puede permanecer
en terreno neutral. Si un hombre, hasta que esté seguro de que no
perderá nada, está vacilante, indeciso, inestable, revela que es un
hombre a quien Dios no puede usar. Pero muchos trabajan de esta
manera. No han sido llamados por Dios, o bien no han permitido,
definidamente, que los gobernara el poderoso agente del Espíritu
Santo.
El Señor usará a los hombres cultos si su supuesto conocimiento
no los induce a querer manejar al Espíritu Santo y a tratar de enseñar
al Señor que el procedimiento humano es mejor que los planes divi-
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nos, porque se aviene mejor con la opinión popular. Todos los que
están en el servicio de Dios se hallan en la obligación de mostrarse
firmes y hacer frente al prejuicio, a la oposición y a la pasión huma-