Página 346 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
Moisés. La voz de Dios se escuchó por medio de los profetas que
había designado para una obra especial y para proclamar un mensaje
especial. Los envió a repetir las mismas palabras una y otra vez.
Tenía un mensaje preparado para ellos que no era según los caminos
y la voluntad de los hombres, y lo puso en sus bocas e hizo que lo
proclamaran. Les aseguró que el Espíritu Santo les daría palabras
para que hablasen. Aquel que conocía el corazón les daría palabras
con las cuales alcanzar a la gente.
El mensaje podría no agradar a aquellos a quienes era enviado.
Ellos podrían no querer nada nuevo, sino desear continuar haciendo
lo que hasta entonces habían hecho; pero el Señor los conmovía
con reprensiones; reprochaba su conducta. Infundía nueva vida en
los que estaban durmiendo en su puesto de deber, en los que no
eran centinelas fieles. Les mostraba su responsabilidad, y que se los
tendría por responsables de la seguridad del pueblo. Eran centinelas
que no habían de dormir ni de día ni de noche. Habían de descubrir
al enemigo, y dar la alarma al pueblo, para que cada uno estuviera
en su puesto, a fin de que el enemigo vigilante no lograra la menor
ventaja.
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Responsabilidades de los atalayas de Dios
Y hoy en día el Señor declara a sus atalayas que si son infieles
y no amonestan al pueblo que está en peligro, perecerán en sus
pecados. “Su sangre—dice él—, yo la demandaré de tu mano”. Pero
si sus mensajeros elevan su voz para reprender y amonestar, para
hacer volver a los hombres de sus malos caminos, y esas almas no
escuchan, el centinela está justificado; el que ofende a Dios perecerá
en sus propios pecados; su sangre será sobre su propia alma.
Estos solemnes asuntos me son presentados en forma clara.
Dios ha designado apóstoles, pastores, evangelistas, y maestros a
fin de perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para
la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe. Dios declara a su pueblo: “Y vosotros sois labranza
de Dios, edificio de Dios”. Debe haber un progreso constante. Paso
a paso sus seguidores deben hacer sendas derechas para sus pies,
para que lo cojo no se salga del camino. Los que quisieran trabajar
para Dios deben actuar inteligentemente para superar sus propias