Página 347 - Testimonios para los Ministros (1979)

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A los obreros de Dios
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deficiencias y glorificar al Señor Dios de Israel estando en la luz,
trabajando en la luz del Sol de justicia. Así llevarán a la iglesia hacia
adelante, hacia arriba y hacia el cielo, haciendo que su separación
del mundo sea cada vez más y más nítida.
A medida que asemejen su carácter al del Modelo divino, los
hombres no se preocuparán de su propia dignidad personal. Con
un interes celoso, vigilante, lleno de amor y consagrado, cuidarán
los santos intereses de la iglesia del mal que amenaza enturbiar y
oscurecer la gloria que Dios se propone que brille a través de ella.
Velarán porque en la iglesia no se le dé lugar o aprobación a los
artificios de Satanás favoreciendo las actitudes de los que buscan
faltas, los chismes, la maledicencia y el acusar a los hermanos, pues
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esas cosas la debilitarían y la derribarían.
Nunca llegará el tiempo, en la historia de la iglesia, cuando el
obrero de Dios pueda cruzarse de brazos y estarse cómodo, dicien-
do: “Todo es paz y seguridad”. Entonces sobreviene destrucción
repentina. Todas las cosas pueden estar avanzando en medio de una
prosperidad aparente; pero Satanás está siempre alerta y estudia y
consulta con sus ángeles malos otra forma de ataque por la cual
pueda tener éxito. El conflicto aumentará en intensidad por parte
de Satanás, porque está movido por un poder de abajo. A medida
que la obra del pueblo de Dios avance con energía santificada e
irresistible, implantando el estandarte de la justicia de Cristo en la
iglesia, movida por un poder que procede del trono de Dios, el gran
conflicto aumentará en intensidad y será cada vez más decidido.
Una mente se opondrá a otra mente, unos planes a otros planes, los
principios de origen celestial a los principios de Satanás. La verdad
en sus diferentes aspectos estará en conflicto con el error en sus
formas siempre cambiantes y crecientes mediante las que, si fuere
posible, se engañará a los mismos escogidos.
Una obra ferviente
Nuestra obra debe ser ferviente. No hemos de luchar como quien
hiere al aire. El ministerio, el púlpito y la prensa demandan hom-
bres como Caleb, que actúen y sean valientes, hombres que tengan
agudeza para distinguir la verdad del error, cuyos oídos estén con-
sagrados para escuchar las palabras del Vigilante fiel. Y el Espíritu