Página 348 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
que procede del trono de Dios se hará sentir sobre un cristianismo
degenerado, sobre un mundo corrompido, listo para ser consumido
por los juicios largamente postergados de un Dios ofendido.
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Odio hacia la reprensión
Existe ahora el peligro de que los hombres pierdan de vista
las importantes verdades para este tiempo y de que busquen cosas
nuevas, extrañas y fascinadoras. Muchos, cuando son reprobados
por el Espíritu de Dios por medio de sus agentes señalados, rechazan
la corrección y se desarrolla en sus corazones una raíz de amargura
contra los siervos de Dios que llevan responsabilidades pesadas y
desagradables. Hay hombres que enseñan la verdad pero que no
están perfeccionando sus caminos delante de Dios, que tratan de
ocultar sus apostasías y alejan a la gente de Dios. No tienen valor
moral para hacer las cosas que los beneficiarían especialmente. No
ven necesidad de reformarse, y así rechazan las palabras del Señor y
odian al que los reprende en la puerta.
Esta misma negativa a prestar oídos a las amonestaciones que el
Señor envía, le da a Satanás todas las ventajas para hacer de ellos
los peores enemigos de los que les han dicho la verdad. Llegan a
calumniar a aquellos que les han traído el mensaje del Señor.
El hombre que rechaza la Palabra del Señor, que trata de imponer
su propio camino y voluntad, despedaza al mensajero y al mensaje
que Dios envía para revelarle su pecado. Sus propias inclinaciones
han ejercido influencia sobre su conducta, y se ha confirmado en el
error. La regla divina es: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. Pero él no quiere hacer
esto. Cual es el pensamiento de un hombre, tal es él. De adentro, del
corazón, proceden los malos pensamientos inspirados por Satanás.
Comienza a argumentar acerca de tecnicismos y procedimientos. El
espíritu de Satanás lo une con el enemigo para presentar una palabra
de crítica sobre asuntos poco importantes. La verdad llega a ser
cada vez de menos valor para él. Se convierte en acusador de sus
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hermanos, etc., y cambia de dirigente. El mundo exterior pesa mas
para él que el diluvio de luz que Dios ha derramado sobre el mundo
en los mensajes que él mismo dio y en los cuales una vez se gozó.