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Testimonios para los Ministros
vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y
vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericor-
dias firmes a David. He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos,
por jefe y por maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente
que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por
causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado.
Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que
está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pen-
samientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y
al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”.
Quiero decirles a mis hermanos en el ministerio: Proseguid esta
obra con tacto y eficiencia. Poned al trabajo a los jóvenes y las
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señoritas en nuestras iglesias. Combinad la obra médica misionera
con la proclamación del mensaje del tercer ángel. Haced un esfuerzo
regular y organizado para levantar a las iglesias del estancamiento
en el cual han caído, y en el cual han permanecido durante años.
Enviad a las iglesias a obreros que presenten los principios de la
reforma pro salud en su relación con el mensaje del tercer ángel ante
cada familia e individuo. Animad a todos a tomar parte en la obra
en favor de sus semejantes, y veréis si el soplo de vida no retorna
rápidamente a esas iglesias.
Estudiad fielmente el
capítulo 33
de Ezequiel. La obra que se
realiza en el ramo médico misionero es precisamente la obra que
Cristo ordenó a sus seguidores que hicieran. ¿No veis claramente
que los que se ocupan en esta obra están cumpliendo la comisión del
Salvador? ¿No veis que agradaría a vuestro Salvador si dejarais a un
lado toda falsa dignidad y aprendierais en su escuela cómo tomar su
yugo para llevar sus cargas?
Se necesita un cristianismo sincero
El mundo necesita evidencias de sincero cristianismo. Profesión
de cristianismo puede verse por doquiera, pero cuando el poder de la
gracia de Dios se vea en nuestras iglesias, los miembros realizarán
las obras de Cristo. Los rasgos de carácter naturales y hereditarios
serán transformados. Al morar en ellos, su Espíritu los capacitará
para que revelen la semejanza de Cristo, y el éxito de su obra estará
en proporción con la pureza de su piedad.