Página 353 - Testimonios para los Ministros (1979)

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A los obreros de Dios
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evidencia. Necesitan corazones puros y santificados para reunir y
retener toda la luz que Dios ha dado, y entonces andarán en esa luz.
No necesitamos decir: “Los peligros de los últimos dían pronto
han de venir sobre nosotros”. Ya han venido. Necesitamos ahora
la espada del Señor para que corte el alma y los tuétanos de las
concupiscencias, los apetitos y las pasiones carnales. Ojalá que
penetre hasta partir en mucho mayor grado de lo que hasta ahora
lo ha hecho. Ojalá que todos los orgullosos sean abatidos. Ojalá
que los que están carnalmente seguros sean desviados del refugio
de mentiras con el cual han tratado de engañar al pueblo de Dios.
Quiera Dios que esa espada corte y separe su justicia propia y abra
los ojos de los ciegos para que vean que no están sanos a la vista de
Dios.
Me dirijo al pueblo de Dios que hoy retiene firme su confianza,
que no se apartará de la fe que ha sido una vez dada a los santos,
que está de pie en medio de las tinieblas morales de estos días de
corrupción. La palabra del Señor a vosotros es ésta: “Y me alegraré
con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo”. ¿No podemos ver aquí
el amor paternal de Dios expresado hacia aquellos que se mantienen
aferrados a la fe en la justicia? Existe la más estrecha relación entre
Dios y su pueblo. No solamente somos objeto de su misericordia
llena de gracia, de su amor perdonador; somos más que esto. El
Señor se regocija sobre su pueblo. El se deleita en sus hijos. El es su
seguridad. Hermoseará con el espíritu de santidad a todos los que le
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sirven con corazón íntegro. Los reviste de justicia. Ama a los que
hacen su voluntad, los que expresan su imagen. Todos los que son
veraces y fieles se conforman a la imagen de su Hijo. En su boca
no ha sido hallado engaño, porque son sin falta delante del trono de
Dios
Nuestro mensaje
¿Cuál es el mensaje que hemos de dar? “A todos los sedientos:
Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y
comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por
qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo
que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará
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Estudio adicional:
Primeros Escritos, 61-64
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