Página 355 - Testimonios para los Ministros (1979)

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A los obreros de Dios
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Existen en nuestro mundo muchos obreros cristianos que toda-
vía no han oído las grandes y maravillosas verdades que nos han
llegado. Están haciendo una buena obra de acuerdo con la luz que
tienen, y muchos de ellos están más avanzados en el conocimiento
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de la obra práctica que aquellos que han tenido gran luz y grandes
oportunidades.
Es sorprendente la indiferencia que ha existido entre nuestros
ministros con respecto a la reforma pro salud y a la obra médica
misionera. Algunos que no profesan ser cristianos tratan estos asun-
tos con mayor reverencia que la que distingue a nuestros propios
hermanos, y a menos que nos despertemos, ellos nos tomarán la
delantera.
La palabra que el Señor me ha dado para nuestros ministros
y nuestras iglesias es: “Avanzad”. “Toda potestad me es dada en
el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo”.
Hay que buscar a Dios
Cooranbong, Australia,
27 de agosto de 1896
La piedad es necesaria. Debe verse menos confianza propia y
mucho más humildad. La obra de Dios ha llegado a ser considerada
como una cosa común. Habría sido mucho mejor haber cambiado
a los hombres que componen las juntas y las comisiones que haber
retenido a esos mismos hombres durante años, hasta que llegaron
a suponer que sus propuestas habían de ser adoptadas sin una sola
objeción; y generalmente ninguna voz se ha elevado en dirección
opuesta. Hay hombres que se sientan en consejo que no tienen el
discernimiento que deberían tener. Su comprensión es estrecha y
egoísta. Se necesita un cambio. No será sabio realizar la mitad o la
cuarta parte de las empresas que se han planeado.
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Cada uno de los que sesiona en alguna junta o comisión escriba
en su corazón las palabras: Estoy trabajando para el tiempo y la
eternidad. Debo dar cuenta a Dios de todos los motivos que me