A los obreros de Dios
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La predicación de Cristo
Hay una gran obra que hacer. El mundo no se convertirá por el
don de lenguas o por la operación de milagros sino por la predicación
de Cristo crucificado. Hay que dejar que el Espíritu Santo actúe.
Dios ha puesto instrumentos en nuestras manos y los debemos usar
plenamente para hacer su voluntad. Como creyentes tenemos el
privilegio de realizar una parte en la promulgación de la verdad para
este tiempo. Hasta donde sea posible hemos de emplear los medios
y los instrumentos que Dios nos ha dado para presentar la verdad
en nuevas localidades. Deben edificarse iglesias para acomodar al
pueblo de Dios, para que puedan alzarse como centros de luz que
brillen en medio de las tinieblas del mundo...
Dios quiere que hagamos esta otra. El ejemplo de Cristo debe ser
seguido por los que pretenden ser sus hijos. Aliviad las necesidades
físicas de vuestros semejantes y su gratitud quebrantará las barreras
y os permitirá alcanzar sus corazones. Considerad seriamente este
asunto. Como iglesias habéis tenido la oportunidad de trabajar como
colaboradores de Dios. Si hubierais obedecido la Palabra de Dios,
si hubierais emprendido esta labor, habríais sido bendecidos y ani-
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mados y habríais obtenido una rica experiencia. Os habríais hallado
a vosotros mismos, como agentes humanos de Dios, defendiendo
fervorosamente un plan de salvación, de restauración. Este plan
no sería estático sino dinámico; avanzaría de gracia en gracia y de
fuerza en fuerza.
* * * * *
Cristo buscó a los hombres donde estaban y puso delante de
ellos las grandes verdades relativas a su reino. Mientras iba de un
lugar a otro, bendecía y consolaba a los que sufrían, y sanaba a
los enfermos. Esta es nuestra obra. Dios quiere que aliviemos las
necesidades de los indigentes. Porque hay tan poca espiritualidad
entre los que pretenden creer la verdad, el Señor no manifiesta su
poder en forma más decidida.
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